Son las 7.30 horas y, como todos los días desde hace casi tres años, Agustín, de 67 años, Juani, de 70, Luisa, de 73, y Ángeles, la más mayor del grupo, de 77 años, están a las puertas de la planta eléctrica del barrio valenciano de Patraix. Faltan Margarita, Enriqueta, Maripaz y Merino, de 'baja' por enfermedad (gripe).

Sus manos, protegidas con guantes, sujetan dos pancartas en las que se puede leer lemas como Fuera la subestación o ¿Quién firmará la licencia para matar de Patraix?

Este grupo de jubilados se pone a las puertas de la planta eléctrica desde las 7.30 hasta las 9.00 horas para pedir su traslado. Llevan así desde que la subestación echó a andar en marzo de 2005.

Se ponen en pie sobre las 6.00 h para desayunar y dejar recogida toda la casa para después acudir puntuales a la cita, como cuentan a 20minutos.es: «Sólo hemos faltado los días de fiesta de Navidad por tener compromisos familiares, y, hasta que no veamos con nuestros ojos que se llevan la subestación, no dejaremos de venir», explica Juani.

El día de la explosión estaban allí

El pasado 15 de mayo, a las 8.00 horas, se produjo una explosión en la planta eléctrica. Este grupo de manifestantes estaba, como todos los días, a las puertas. Lo relata Agustín: «Tuvimos que salir corriendo por la cantidad de gases y cristales que salieron».

Desde entonces, la subestación, gestionada conjuntamente por Iberdrola y Red Eléctrica Española, está cerrada. Tanto el Ministerio de Industria como el Ayuntamiento le buscan una nueva ubicación cercana al Cementerio General. Los ancianos, sin embargo, no se fían y seguirán concentrándose allí hasta que se la lleven.