¿Quién come o cena y se marcha del bar o restaurante de lujo sin abonar la cuenta?

María y otros nueve amigos se marcharon sin pagar de una terraza del centro como castigo al maltrato que sufrieron a la hora de la comida. Estuvieron dos horas y media sentados. «Primero, se olvidaron de nuestros platos. Y, luego, cuando los sirvieron se equivocaron. Le pedimos la cuenta hasta tres veces, hasta que indignados, nos levantamos a la vez y nos fuimos», explica la joven.

Posiblemente se trate de uno de los casos más multitudinarios de los sinpas –como se conoce popularmente a esta práctica de irse sin abonar–, pero no es el único, ni probablemente el más común.

Es una práctica que ocurre «muy de tarde en tarde y la llevan a cabo fundamentalmente gente joven, aunque también se da en parejas mayores», explica Juan Robles, presidente de la asociación de hosteleros de Sevilla.

El empresario reconoce que antiguamente había «más picaresca» y comenta que ha escuchado excusas de todo tipo. «Hay extranjeros que después de haberse comido el marisco dicen que es muy caro y no lo pagan», comenta entre risas. El hostelero recuerda a unos músicos que pararon en su bar una Semana Santa. Se pusieron a beber y se fueron pasando de uno a otro la deuda que, finalmente, nadie abonó.

Vladimir Perales es miembro de Yomango, un colectivo que defiende que los hurtos en grandes almacenes y los sinpas son «sabotajes contra el capital en los que además te lo pasas pipa».

¿Acto ideológico?

Perales asegura que irse sin pagar de restaurantes caros y de los que pertenecen a grandes corporaciones es «una forma de luchar contra un sistema capitalista que crea precariedad». Aunque hace una excepción. «Nunca lo haríamos en el bar del barrio», dice.

Una búsqueda en Internet hace aflorar numerosos practicantes del sinpa. La mayoría lo concibe como un acto festivo y grupal.

Algunos son unos profesionales

Muchos restaurantes optan por no denunciar los sinpas y el regalo que dejan los clientes lo asume la empresa, afirma Robles. El empresario cree que algunos son auténticos profesionales de estas costumbres y reconoce que en periodos de bulla, típicos de una ciudad como Sevilla, es «incontrolable». La Policía no tiene cifras de cuántos sinpas se hacen en Sevilla, pero explican que si la factura es inferior a 400 euros se considera una falta de hurto, castigada con multa. Por encima de esa cantidad ya es un delito y podría conllevar cárcel.

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