El Marc Ford más arriesgado e introspectivo ofrece una irregular actuación en Madrid

  • El ex The Black Crowes presentó Weary And Wired en El Sol.
  • Capturó la esencia de bandas como Crazy Horse y Gov't Mule.
  • Alternó momentos densos con certeras interpretaciones.
Marc Ford, durante su actuación en la sala El Sol. (SILVIA MANZANO)
Marc Ford, durante su actuación en la sala El Sol. (SILVIA MANZANO)
SILVIA MANZANO
Marc Ford, durante su actuación en la sala El Sol. (SILVIA MANZANO)

Sentimientos encontrados los que deparó el paso de Marc Ford por Madrid.

Pasadas las diez y media, una atestada sala El Sol dio la bienvenida a uno de los componentes más relevantes de The Black Crowes y a uno de los guitarristas más dotados de los últimos veinte años, con el objetivo de defender el flamante Weary And Wired, segundo álbum de su carrera en solitario.

Las expectativas eran inmejorables, ya que este individuo enriqueció notablemente el sonido de la mítica banda de los hermanos Robinson durante varios discos de los 90’s, y sus dos discos en solitario, especialmente It’s About Time, tienen composiciones realmente brillantes, pero la actuación no destacó en exceso.

Respaldado por una banda sobria y competente, el guitarrista californiano pisó pronto el acelerador e inyectó una dosis de contundencia rockera aplastante en las primeras canciones, donde si uno cerraba los ojos podía creer perfectamente que se encontraba en un concierto de Neil Young And The Crazy Horse presentando el majestuoso Ragged Glory.

Pero no, era Marc Ford, y es justo decir que ese registro no le sienta tan bien como el más country y soul de su primer disco, aunque obviamente hizo un trabajo más que digno.

Viaje lisérgico

Mediada la actuación, Ford decidió mostrar al mundo que es un músico, además de ex miembro de The Black Crowes, forjado en Gov’t Mule, y que está capacitado para enfrascar a la audiencia en un viaje lisérgico con la ayuda de una guitarra.

Pues bien, visto lo visto ayer, desde luego Warren Haynes resulta mucho más convincente en ese terreno.

El creador de Hell Or Highwater (bellísima canción que, por desgracia, omitió en su set-list) firmó así un tramo de concierto que consistió en un homenaje a las jam-bands, algo tan honesto y genuino como arriesgado si no eres capaz de encontrar un mínimo de chispa necesaria. Y Ford, pese a su loable ejercicio de introspección, no la tuvo.

Por suerte, la actuación salió del letargo hacia el final, con un triplete de canciones muy gratificante: Change My Mind, Smoke Signals y Bye Bye Suzy, donde Ford recuperó un poco el nervio, demostró que a veces la sencillez y la frescura pueden seducir más que los excesos de virtuosismo y dejó un buen sabor de boca a unos fans que, al menos, comprobaron que este tipo es valiente y sincero consigo mismo y no se ha vendido precisamente a la comercialidad.

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