Crítica de 'T2: Trainspotting': Una secuela 'fanservice', un jeringuillazo de nostalgia

  • Este viernes se estrena la esperada secuela de 'Trainspotting'.
  • Repite todo el reparto principal con Danny Boyle de nuevo en la dirección.
  • La película está repleta de referencias a la primera parte.
Mark Renton (Ewan McGregor) y Francis "Franco" Begbie (Robert Carlyle) en 'T2: Trainspotting'.
Mark Renton (Ewan McGregor) y Francis "Franco" Begbie (Robert Carlyle) en 'T2: Trainspotting'.
Sony Pictures
Mark Renton (Ewan McGregor) y Francis "Franco" Begbie (Robert Carlyle) en 'T2: Trainspotting'.

Hace 20 años, Danny Boyle creó, a partir de la novela Trainspotting de Irvine Welsh, un clásico cinematográfico instantáneo. Un relato brutal, impactante y políticamente incorrecto sobre el mundo de la droga que hoy está considerado como uno de los filmes más icónicos de los noventa. Ahora, el director ha reunido al reparto original para protagonizar una secuela directa, basada también en una obra de Welsh, Porno.

Han pasado dos décadas desde que MarkRenton (Ewan McGregor) traicionase a sus amigos y huyese con el dinero ganado en una venta de heroína. Ya adulto, Rent Boy decide volver a su hogar, a Escocia. Allí, el reencuentro con sus viejos colegas es inevitable y, con ello, el inicio de una nueva etapa en la vida.

En el centro de la historia vuelven a estar las drogas, la violencia, la delincuencia y la camaradería, pero nunca de forma tan intensa, desgarradora o incluso escatológica como en la primera parte. De hecho, la carga dramática ha perdido fuerza en favor de los arranques cómicos –algunos realmente buenos, la verdad–.

Esta T2 tampoco se acerca a la calidad técnica y estética de la primera entrega. Los planos, el montaje y los recursos narrativos son menos inspirados. Esta vez todo es más convencional, más ajustado a los cánones, por lo que difícilmente será tan venerada como lo fue su predecesora.

Sin embargo, como continuación fanservice, como homenaje al universo Trainspotting, es soberbia. Todas las escenas icónicas de la cinta original tienen aquí su reflejo, ya sea mediante repetición, variación, mención explícita o sutil guiño. También a través de flashbacks, muchos, demasiados a veces según avanza la película.

La autorreferencia es constante. Estos recursos, que muchos verán como trucos facilones y prescindibles, son pura metadona boyliana para los adictos a Trainspotting que llevan lustros suplicando esta continuación y que por fin han visto su deseo cumplido.

Ninguna pega respecto al reparto, que lo vuelve a clavar. Ewan McGregor no falla –nunca falla–, Jonny Lee Miller da vida a un Sick Boy amargado que busca cómo hacer dinero fácil y Robert Carlyle trae de vuelta al violento y amenazador Begbie, que en esta ocasión ejerce casi de villano tópico. Por último, Ewen Bremner transforma a su Spud en el núcleo emocional del filme. Él personifica los temas centrales de la película: la dificultad de madurar y el dolor de envejecer, la idealización del pasado –aunque este estuviese lleno de vómitos, heces y jeringuillas–, la amistad y la traición.

El regreso de algunos secundarios y la elección de la banda sonora completan un mosaico de nostalgia abrumadora que arrastra a los personajes hacia el pasado, pero también al espectador. Al final, repitiendo las palabras que Sick Boy le dirige a Renton en uno de los momentos más solemnes del filme, todo esto no es más que un intento por convertirnos en turistas de nuestra propia juventud. El recuerdo de aquella nunca será tan fresco, ni tan impactante y transgresor, pero puede ser igual de disfrutable siempre y cuando seamos conscientes de que esa juventud perdida nunca regresará.

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