Tener una propiedad compartida consiste en que una casa o un piso son nuestros durante determinados periodos al año, los que más nos convienen. Obviamente, sólo pagamos una parte proporcional del precio total del inmueble.

Una de las ventajas de este sistema es que nos evita tener que emplear nuestro tiempo en reparaciones o en el mantenimiento de la casa. La asociación de propietarios –en la que hay que inscribirse– se encarga del seguro del inmueble, la seguridad, el mantenimiento, la recogida de basuras y el cuidado de las zonas exteriores. Además, este tipo de productos mantienen su valor razonablemente bien, por lo que son una buena inversión para las familias.

A tener en cuenta

Conviene seguir una serie de recomendaciones antes de adquirir una propiedad compartida, como enterarse del estado económico de la empresa propietaria, asegurarse de que el negocio funciona y de que el valor de la propiedad temporal se mantiene.

Es importante también consultar a los propietarios sobre la calidad del lugar y los principales problemas que pueden haber tenido. De esta forma podremos basar nuestra decisión en experiencias concretas. No conviene ser de los primeros compradores y es bueno investigar el mercado antes de adquirir la vivienda para conocer el precio de otras semejantes.

Poco poder de decisión

El comprador de una propiedad compartida no es dueño del terreno en que se halla este tipo de vivienda. Por eso, no se pueden hacer reformas de importancia, como añadir tabiques para separar espacios o pintar el exterior del edificio. Por la misma naturaleza del concepto, la asociación de propietarios tiene mucho poder y podemos vernos avocados a tener que aceptar decisiones mayoritarias drásticas con las que no estamos de acuerdo en absoluto.