En Valencia ejercen la actividad de aparcacoches informales entre 200 y 300 gorrillas en cuatro tipos de zonas diferenciadas. Se trata, en la mayor parte de los casos, de hombres, con un perfil muy heterogéneo en cuanto a su procedencia y con problemas de adicciones y de exclusión social y laboral.

Un estudio pionero llevado a cabo por un equipo de cuatro investigadores de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universitat de València ha analizado por primera vez en profundidad a dos colectivos: el de los romá (gentilicio que se dan a ellos mismos los gitanos rumanos)  y los inmigrantes que ejercen de aparcacoches en la ciudad. El informe es fruto de un contrato de investigación firmado entre el Ayuntamiento y la Universitat, y servirá para que el área de Bienestar Social del Consistorio tenga una radiografía de estos dos colectivos.

El profesor Francisco Torres explica que en el trabajo han identificado cuatro zonas diferenciadas en la que los gorrillas ejercen su actividad. Un primer espacio corresponde a actividades de negocios o administrativas, en la que se incluyen la Ciudad de la Justicia y sus alrededores, la Ciudad Administrativa 9 d’Octubre, la avenida de Aragón y la estación de autobuses, en Campanar.

En segundo lugar, han delimitado un área de servicios sanitarios y hospitales con importante afluencia por las mañanas: la zona de la Clínica Quirón y el Hospital Clínico, La Fe de Malilla, el cementerio General y el Hospital Doctor Peset, el Hospital 9 d’Octubre, La Fe de Campanar y el IVO, y por último el Hospital General.

En tercer lugar se sitúan los espacios de ocio, con dos subcategorías: nocturnos (El Carmen, Juan Llorens, Cánovas, Guillem de Castro y El Cedro) y diurno, fundamentalmente el paseo marítimo, con mayor afluencia los fines de semana.

Finalmente, el estudio cita los espacios fruto de eventos puntuales, como los partidos del Valencia y el Levante en los alrededores de sus estadios, así como en Feria Valencia cuando hay certámenes. Por lo que se refiere a los centros comerciales, apenas tienen porque disponen de aparcamientos propios con seguridad privada.

En cuanto al perfil, el informe refleja una gran heterogeneidad en cuanto a la procedencia y constata que la mayoría son hombres. Además, distingue dos grandes grupos: una minoría de españoles de 40 a 60 años "con un perfil de marginalidad, sin hogar y con problemas de adicciones o enfermedad mental", relata el profesor Torres, y otro gran grupo formado por inmigrantes subsaharianos, marroquíes y europeos del Este. Estos últimos son más jóvenes, de 20 a 40 años, que viven en pisos-patera con otros compatriotas y combinan la actividad de gorrilla con trabajos de temporeros en el campo.

Por lo que se refiere a los conflictos, Torres afirma que suelen ser "menores". Los hay entre los propios gorrillas, cuando surgen disputas por las zonas, aunque normalmente las respetan, y con los conductores. El estudio ha detectado cierto grado de confianza entre conductores y gorrillas cuando estos últimos son dos o tres habituales en zonas concretas y se establece un conocimiento mutuo entre ambas partes.

"Hemos constatado que lo de ‘si no les pago, me rayarán el coche’ es una leyenda urbana. En nuestro estudio no hemos detectado eso, sino todo lo contrario, aunque puede haber casos puntuales. Hay gorrillas habituales con hasta 1.000 clientes fijos que no quieren que su ‘negocio’ se vaya a pique", explica el profesor Torres.