Desdeñada como un cúmulo de experimentos fallidos que obedecían a la superstición, la alquimia cayó en el descrédito barrida por la ciencia moderna. Aunque contra ella se arguyó que era pasto del timo y la estafa, es injunto olvidar el valor humanístico y protocientífico que tuvo: refleja al ser humano ávido de investigar y ser capaz de entender las maravillas del mundo y las leyes de la naturaleza.
Combinó la física y la química con la filosofía, lo espiritual y artístico; la filosofía, la imaginación, la erudición, la medicina, la astrología... Los más de 100 objetos de la exposición The Art of Alchemy (El arte de la alquimia) —en el museo y centro de investigación del Getty Center de Los Ángeles (EE UU) hasta el 12 de febrero— exploran el impacto de esta misteriosa protociencia en la práctica artística, su poder en la cultura visual de diferentes culturas y civilizaciones.
No sólo oro sintético
El Getty (en colaboración con los Museos Estatales de Berlín, adonde viajará la exposición en 2017) extrae de su colección imágenes poderosas en manuscritos, libros, impresiones, esculturas y otras obras de arte datados entre el año III a. e. c y el siglo XX. La línea cronológica demuestra que, desde sus orígenes en Mesopotamia, la antigua Grecia y Egipto; hasta su expansión a lo largo del mundo islámico y las rutas de la seda de Asia central, la alquimia es una prueba del intercambio intelectual entre culturas. Tras la Edad Media europea, vivió su edad de oro en el Renacimiento y después en la ilustración.
La muestra encaja la alquimia como "el ancestro de la química moderna" y sus organizadores destacan que, aunque tuviera metas terrenales como el crear oro sintético, también se marcaba objetivos más ambiciosos como transformar y moldear la naturaleza según la voluntad del ser humano o desenmascarar el misterio de la creación. De inventos que al principio fueron alquímicos surgieron más tarde aleaciones de metales, pigmentos para elaborar pintura al óleo e incluso procesos químicos para el revelado de fotografías.
La piedra filosofal y libros secretos de recetas
Con especial atención a la creatividad, las obras dejan claro que la antigua disciplina y sus preocupaciones científicas y espirituales influyeron en la expresión artística. Una de las piezas notables de la exposición es The Ripley Scroll (El rollo de Ripley), un manuscrito inglés del siglo XVIII, pintado a mano en acuarela, llamado así por el clérigo católico, poeta y célebre alquimista George Ripley (ca.1415-1490). El excepcional objeto, lleno de simbología fantástica, representa procedimientos alquímicos y la creación de la legendaria piedra filosofal.
Otros testimonios singulares en la linea creativa son los "libros secretos de recetas" del renacimiento, con notas e instrucciones tanto para remedios farmacéuticos y trucos caseros. Destaca también el precursor libro ilustrado Kristallseelen (Almas de cristal), que el naturalista e ilustrador científico alemán Ernst Haeckel creó a partir del descubrimiento en 1888 del cristal líquido, fundamental en el actual mundo digital. Haeckel creó los dibujos estimulado por la idea de que el material, aunque no estuviera vivo, parecía moverse y brillar como respuesta a los estímulos.
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