La estatua del cineasta neoyorkino que camina por las calles de la capital del principado ha dado un giro de 180 grados. El solitario, pensativo y tímido director ha cambiado de imagen en las fiestas de la ciudad. Woody Allen ha dejado de ser el que era y se ha convertido en un moderno viandante.
Los labios color carmín, un pendiente en la oreja y la libertad de su mirada, sin sus características gafas son la imagen del nuevo Woody. Atrás quedaron las largas jornadas de rodaje en el principado ahora se ha convertido en un auténtico “Mateín” de las fiestas.
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