Los carteles anuncian una representación inmutable desde 1943. El éxito se titula Comida de cuchara, pero los miles de representaciones han dado paso a la improvisación, a la adaptación al gusto de cada época.
De modo que hoy los herederos del primer Perico –Pedro y su sobrino Javier, en la sala, y Nines, en el fogón– conservan el rito y la enjundia hogareña del cocido, las lentejas, las judías estofadas, unas simples patatas fritas cortadas a cuchillo, la ensaladilla rusa... que en el paladar hacen el efecto de la magdalena de Proust, pero a la vez se han convertido en clientes exigentes de los mejores proveedores del mercado de Barceló. Es la única fórmula para aportar al menú piezas inencontrables, como los calamares de tamaño justo, una tapilla de vaca magra y tierna como pechuguita de ángel o unas gambitas que, más que una gabardina, merecen una capa de armiño.
Y si el mimo que derrochan en la comida es importante, más aún es el de los comensales, con nombre propio, con mesa propia, con hábitos conocidos, desde el aliño de la ensalada hasta las piedras de hielo de la copa, con rincones donde echar un mus de sobremesa. En fin, como en casa... pero bien. La historia viva, sin caspa ni telarañas. La casa de comidas capaz de restaurar cuerpo y espíritu; es decir, el restaurante.
Toma nota
Casa Perico * Ballesta, 18. Tel.: 915 328 176. De 13.30 a 17.00 h y de 20.30 a 24.00. Cierran sábado noche y domingo. Esp.: arroz a lo cutre, tapilla, albóndigas. Aprox.: 30 euros.
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