Jesús Carrasco: "Una vuelta a lo rural sería algo apocalíptico: una especie de retorno al Oeste"

  • "En esta novela hay un retrato del totalitarismo, que es una amenaza que sigue estando ahí", dice el autor que acaba de publicar 'La tierra que pisamos'.
  • "No estaba y sigo sin estar metido en el ajo de la literatura de mi generación".
  • "Los gustos son más amplios de lo que se presupone; mi obra, que es un texto literario, llega a un público amplio".
Jesús Carrasco acaba de publicar 'La tierra que pisamos'.
Jesús Carrasco acaba de publicar 'La tierra que pisamos'.
ELENA BLANCO
Jesús Carrasco acaba de publicar 'La tierra que pisamos'.

Cuando Jesús Carrasco publicó en 2013 Intemperie la sorpresa fue absoluta y no sólo para él: una novela fuera de toda corriente, en todos los sentidos, con un ritmo ajeno al sigo XXI (al XX incluso), y un ambiente, el rural, del que parecía haberse olvidado nuestra narrativa. La sorpresa fue que una obra así triunfara de la manera que lo hizo llegando a estar entre las más vendidas. Sorpresa y constatación de que la gente no es en absoluto imbécil.

Con la segunda el listón estaba alto, pero él ya tenía el borrador cuando la primera empezaba su recorrido. Así que no tenía que partir de cero con la presión que generan, se quiera o no se quiera, las expectativas creadas. Y Carrasco, que confiesa tener una primera novela que nunca publicará, se ha superado con La tierra que pisamos (Seix Barral). La historia, en el ámbito rural, de un mundo colonial regido por un totalitarismo que el autor sigue temiendo, porque la historia por desgracia siempre acaba repitiéndose. La suya, por suerte no, porque esta obra está lejos de Intemperie, y ha subido un par de escalones el listón.

¿Era consciente cuando decidió intentar publicar la anterior, Intemperie, de lo lejos que estaba de lo que se supone que marca el canon de lo que vende?

Es que no tenía en la cabeza nada de lo comercial, porque no estaba y sigo sin estar metido en el ajo de la literatura de mi generación. No sé lo que es moderno y lo que no. Leía y leo autores clásicos y alguno contemporáneo también.

¿Vila-Matas tal vez?

Vila-Matas, pero también leo a Sara Mesa, Ricardo Menéndez Salmón, Marta Sánz...

Contemporáneos de altura...

Bueno, sí. Pero yo he hecho lo que quería hacer.

Lo que no me puede negar, estuviera o no en el "ajo" de lo que se vende, es que su novela, de comercial no tenía nada... ¿No le sorprendió el éxito que ha tenido?

La sorpresa es mayúscula. Sigue siendo mayúscula, aún no he asimilado este recorrido. No podía esperarlo. Yo aspiraba a que una editorial que respetara mis letras me publicara, ése era mi sueño dorado. Se cumplió, pero todo lo que vino después no me atrevía ni a soñarlo.

Como está feo que lo diga usted se lo digo yo: ¿la prueba de que la gente no sólo quiere evasión facilona? O directamente: ¿la constatación de que la gente no es imbécil?

Para mí desde luego que la gente no es imbécil, y sé bien lo que digo porque yo trabajaba en publicidad. Pero no puedo decir que haya hecho una obra sublime, eso no puedo decirlo, yo he hecho lo que he podido.

Reformulo: ¿hay más hueco del que se cree?

Sí, los gustos son más amplios de lo que se presupone. Mi obra, que es un texto literario, llega a un público amplio. Y como la mía, hay otras. Chirbes, por ejemplo, es difícil, y la gente ha leído y lee Crematorio, En la orilla... Es un escritor difícil que tiene una gran cantidad de lectores y eso me produce alegría.

Parece que ha querido dar un paso más allá con La tierra que pisamos, ¿una apuesta al riesgo con el continente?

Sí, había una intención de ensayar nuevas formas y de encajar las voces en esas formas. La historia que quería contar podía tener varios resultados, pero tuvo éste y es el ensayo que quería, esa trama que se complica y que va más allá de Intemperie, que era más sencilla.

De donde no se mueve es del mundo rural, ¿es su mirada más natural? Porque va a la contra en esto también...

Sí, es una mirada natural. Y es a la contra pero no es intencionado. Intemperie es la segunda que desarrollé en ese ámbito y La tierra que pisamos de casi todo, la tercera.

Y esa primera, que no está publicada, ¿demasiado autobiográfica para sacarla a pasear?

No, no me planteo la autoficción. Lo que sucede con esa primera novela es que tiene una mirada fallida, no miro a lugares que son importantes emocionalmente para mí. No mira a sitios donde hay una emoción profunda. Mi sensibilidad está en el mundo rural, que es donde he vivido hasta los 20 años.

¿Hay algún escenario escenario por el que no pasarían sus letras?

No, porque soy ficción y eso me da potestad para moverme por distintos escenarios. No imagino nada sobre lo que no pueda escribir, otra cosa es que tenga la capacidad de hacerlo, que no la tengo, no tengo capacidad para reflexionar de casi nada, aunque yo quisiera o quiera. Y ahí es donde no entraría, de eso no escribo ni escribiré.

¿Por ejemplo?

Pues de economía, no podría porque no habría profundidad en lo que escribiría; en cambio si hablo de mis emociones sí hay profundidad. Pero no me prohíbo nada como autor.

¿No a la autoficcion, pero sí a las emociones propias pasadas por el filtro de la ficción?

No me niego a la autoficción, ¿eh?, es sólo que no me lo he planteado y no me lo planteo. Pero el modo en el que estoy y mi forma de ver el mundo y todo aquello que me emociona está en lo que escribo.

Pero no usted...

No estoy yo, pero sí mi manera de ver las cosas.

¿Y ve el futuro como La tierra que pisamos? Porque aunque no esté situada en el mañana, sino en el pasado, hay cierto halo de futurismo...

Sí, no me extraña que hayas hecho esa lectura por la circularidad de la historia. Y en esta novela hay un retrato del totalitarismo, da igual Hitler o Stalin, es una amenaza que sigue estando ahí. En nuestra mano está que no se repita, pero la historia muestra cómo se han repetido las historias. Así que, sí, puede ser algo que suceda.

¿De verdad lo cree posible?

Espero que no estemos cerca en Europa, aunque ya nos están cercando. Es un riesgo que corremos..., y aún no nos hemos sacudido el susto de la II Guerra Mundial.

También hay miradas a la guerra civil en la novela...

Hay una cierta inspiración en imágenes y también implicaciones familiares. Pero no hay un anclaje en un hecho concreto, no quería hablar específicamente de la guerra civil. Aún no han pasado cien años y sus consecuencias están sobre la mesa.

Bueno, si se niega la existencia de las heridas, ¿cree que cuando se cumplan cien años se habrán abierto?

Tengo la funesta sensación de que no.

¿Haría ficción del escenario político actual?

Me costaría trabajo porque soy muy lento, y la situación política cambia todos los días. No me atrevería. Pero del presente escribo, pongo el dedo en las llagas. El escritor no vive en una burbuja.

¿Y los de solo y simplemente evasión?

Bueno, entretener ya me parece muy meritorio. Yo voy, o intento, más allá, lo que escribo tiene un objetivo más. El presupuesto del que parto no es entretener sin más.

¿Cuál es?

En esta última era muy personal; una indagación sobre ese vínculo entre el hombre y la Tierra. También quería pensar en el planeta en general. Tengo desde siempre la mirada en lo que estamos haciendo sobre el medio ambiente.

Poco frecuentado el tema en nuestra literatura...

Sí, no aparece con frecuencia y me preocupa mucho el trato al medio ambiente. No me sorprende que para los ciudadanos, que tienen que buscarse la vida, un salario, un alquiler, comida..., no sea una prioridad, pero sí me sorprende que no lo sea para los políticos. Ellos tienen que pensar a largo plazo y alguien tiene que darse cuenta de que hay que hacer algo. Pero, claro, eso no cabe en una agenda de cuatro años.

¿Imagina un futuro en el que todos regresaran al campo?

No, al menos a corto y medio plazo. Sería algo apocalíptico, casi como la reconquista del Oeste. Creo que podemos llegar a un equilibrio. Me gustaría que se poblara lo rural pero para que toda España siguiera viva. Me da pena cuando se acaba la vida de los pueblos. Hay fórmulas para el equilibrio.

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