Sobre la estación fantasma

Un barrio señorial con palacetes asentados sobre los andenes de Metro de Chamberí, terminal cerrada hace 40 años, sin una mota de polvo ni ratas.
Caro y cuajado de edificios lujosos.
Caro y cuajado de edificios lujosos.
Jorge París
Caro y cuajado de edificios lujosos.
Ahora, rápido, miremiremireeeee!» me dice Pedro (76 años). Entonces yo aplasto la nariz contra la ventanilla del vagón, haciendo sombra con las manos para evitar los reflejos, y manteniendo los ojos bien abiertos.  

Esto no es otra leyenda urbana. Estamos entre las estaciones de Iglesia y Bilbao, justo donde se hallaba la antigua estación de Chamberí, protagonista  en el primer tramo del Metro madrileño y que fue abandonada hace ya 40 años por estar demasiado cerca de Iglesia y no ser rentable. Aquel día de 1.966 las autoridades mandaron tapar los accesos, pero lo demás quedó como estaba: bancos, papeleras, vallas publicitarias, taquillas...

Incluso tiene su propia canción. La estación fantasma aparece en el primer disco de Los Coyotes 

«Yo durante años cogía  todos los días esta línea y nunca me cansé de mirarla», me cuenta Perico (39 años), el hijo de Pedro. «Incluso tiene su propia canción, La estación fantasma, que apareció en el primer disco de Los Coyotes». Se atreve a entonar con timidez: «Viajando en dirección  Iglesia miras por la ventana/ tú conocías ya aquella estación/ Pegado al cristal te devora el horror». «Ya ve usted, cada uno ve la estación a su manera, yo la veo más amigable que misteriosa. Aunque una vez leí que a los trabajadores del Metro les extrañaba no haber visto nunca ni una sola telaraña en la estación», apostilla Pedro. Su hijo añade: «Dicen que aquí tampoco hay ratas».

Vecino de toda la vida

Pedro lleva toda su vida en Almagro. Cuando era niño, su madre ya regentaba una portería en la calle Españoleto: «Después nos tocó una quiniela de catorce y pudimos dejar la portería, comprar un piso e incluso poner un pequeño negocio de fotografía que era mi pasión, pero nunca abandonamos el barrio.» Ante mi cara de asombro, Pedro añade con cierto orgullo: «En aquellos tiempos la nuestra fue una quiniela sonada, incluso salimos en la tele».

Pero no se crea que en este barrio, por no haber viviendas de protección oficial, no hay necesidades, que las hay y muchas

Almagro se extiende entre las calles de Santa Engracia, José Abascal, La Castellana y Génova. Es un barrio caro, cuajado de viviendas señoriales de los siglos XIX y XX y también de lujosos edificios  modernos con pisos espaciosos. En uno de los extremos del barrio, en la Calle Génova, también está la famosa sede del Partido Popular, «Pero no crea que en este barrio, por no haber viviendas de protección oficial, no hay necesidades, que las hay y muchas. Aquí ni todo el mundo es rico ni de derechas», me aclara Pedro.

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