El desenfreno de las bacantes, musas sensuales del arte del XIX

  • 'Bacanales modernas' se adentra en la fascinación del arte francés del siglo XIX por el desnudo, la borrachera y los ritos orgiásticos que Roma importó de Grecia.
  • Creadores como Gericault, Corot, Bouguereau, Rodin y Manet volvieron la vista al culto a Dioniso, deidad inspiradora de la locura ritual y el éxtasis.
  • La exposición muestra a las bacantes como precedentes de la 'mujer fatal' del XX.
Óleo de William Adoplphe Bouguereau de una bacante jugando con una cabra
Óleo de William Adoplphe Bouguereau de una bacante jugando con una cabra
Bordeaux, Musée des Beaux-Arts
Óleo de William Adoplphe Bouguereau de una bacante jugando con una cabra

Llegadas a Roma desde Grecia alrededor del año 200 antes de nuestra era, las bacanales pasar0n de ser ritos secretos solo para mujeres —según la mitología helénica, dedicados a Dioniso, deidad inspiradora de la locura ritual, la embriaguez y el éxtasis— a convertirse en reuniones mixtas de desenfreno que se celebraban cinco días al mes en algún paraje boscoso del Aventino, uno de los siete montes que rodean a la ciudad romana.

Las bacanales llegaron a desmadrarse tanto —fueron objeto de acusaciones públicas sobre sacrificios rituales y conspiraciones políticas— que el Senado dictó en el 180 antes de nuestra era el decreto Senatus consultum de Bacchanalibus para prohibirlas por ser peligrosas para la seguridad del estado. El asunto era tan serio que se prohibieron las reuniones públicas rituales de más de cinco personas  —"ni en lugar público ni en privado", dice el mandato legal— y los participantes podían ser condenados a muerte.

Bailaban desnudas y excitadas

Más de veinte siglos más tarde, en el XIX, los artistas franceses, que viajaban con frecuencia a Italia y buscaban inspiración en los restos arqueológicos y monumentales del antiguo imperio, se dejaron seducir por la idea de la bacanal, tomando los elementos que procedían de Grecia para dibujar un rito arcaico, salvaje —se despedazaban animales vivos para comerlos—, erótico —las bacantes bailaban la noche entera, desnudas y excitadas—, extático —se consumían bebidas y alucinógenos— y dedicado a la fecundidad. El momento álgido del rito era la danza de las ménades, en honor a las ninfas que criaron a Dioniso y recibieron del dios el don de la locura mística.

Una exposición se adentra en los resultados de la fascinación de las bacanales y las bacantes sobre los artistas. Bacchanales modernes! Le nu, l'ivresse et la danse dans l'art français du XIXe siècle (¡Bacanales modernas! El desnudo, la borrachera y el baile en el arte francés del siglo XIX), que acaba de anunciar el Museo de Bellas Artes de Burdeos, presenta a las bacantes como las grandes musas de la sensualidad durante la época y como prototipos de la mujer fatal del arte del siglo XX.

Coincide con el Año del Vino

La muestra, que reúne 130 obras entre pinturas, dibujos y esculturas, se celebrará del 11 de febrero al 23 de mayo en la pinacoteca pública de la capital de la Aquitania francesa. Para la ocasión, que coincide con la celebración en la ciudad del Año de las Civilizaciones del Vino —uno de los avatares de Dioniso, Baco, era el guardián de la bebida en la cosmogonía grecolatina—, han establecido acuerdos de préstamos de obras con las principales colecciones del país, entre ellas las del Louvre, el d'Orsay y el Rodin, que han cedido piezas de, entre otros, Gericault, Corot, Bouguereau y Manet

Interpretada como una antigua bailarina, una ninfa o una terribles ménade, la figura de la bacante "aparece repetidamente" en el arte francés del XIX, fascinado por un símbolo poderoso y cambiante que puede ser considerado como la "musa sensual de la era moderna", dicen los organizadores.

Una ninfa con cuernos de cabra

Mientras Jean-Léon Gérôme (1824-1904), se aproxima a la bacante desde un punto de vista de academicismo mitológico y fantástico en Tête de femme coiffée de cornes de bélier (Cabeza de mujer con cuernos de cabra, 1853), donde el carácter salvaje de la ninfa aparece suavizado por el tono romántico del óleo, William-Adolphe Bouguereau (1825-1905) muestra en Bacchante (1862) a una ménade en una lucha con un macho cabrío de la que se puede aventurar que terminará en sexo.

La exposición concede un importante papel a la escultura, con obras del neoclásico James Pradier (1790-1852) como Satyre et Bacchante (1834), una composición de mármol que fue acusada de pornográfica en su época por la entrega gozosa de la mujer el poderío del sátiro, y Bacchantes s’enlaçant (Bacantes abrazadas, 1896), un bronce de Auguste Rodin (1840-1917) donde la pasión sexual, en este caso lésbica, aparece más condensada en la forma voluptuosa de las figuras.

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