John Scott, el rabioso artista para quien la sangre es 'el lubricante del mundo moderno'

  • El dibujante canadiense, que prefiere ser considerado "un activista", expone por primera vez en Nueva York con la antología 'Juegos de mortalidad'.
  • Brutal y apocalíptico, el mundo de Scott está dominado por 'maestros obscuros' con la silueta de Napoleón Bonaparte y amenazantes 'drones'.
  • Se considera un 'obrero del arte' y su estilo es 'underground'.
Montaje de tres de los dibujos de John Scott. Desde la izquierda, 'Dark Commander, Black on Black'; 'The Unmaking of the World' y 'Child'
Montaje de tres de los dibujos de John Scott. Desde la izquierda, 'Dark Commander, Black on Black'; 'The Unmaking of the World' y 'Child'
© Works by John Scott / Courtesy of the artist and Flowers Gallery, London / New York
Montaje de tres de los dibujos de John Scott. Desde la izquierda, 'Dark Commander, Black on Black'; 'The Unmaking of the World' y 'Child'

Para el artista canadiense John Scott (1950) no hay duda alguna sobre quién es el culpable de la tensión que asola al mundo en estos tiempos azarosos: machos alfa con complejo de Napoleón, afanosos en la siembra de destrucción y dispuestos a zamparse a cualquiera que les interrumpa el camino. Brutal y apocalíptico, el mundo que dibuja este veterano creador, uno de los más considerados de Canadá, está basado en una sola verdad: "la sangre es el lubricante del mundo moderno".

En una de sus obras, Scott esquematiza a un prisionero de la cárcel de Abu Ghraib, donde soldados de los EE UU practicaban la humillación y la tortura sin contemplaciones en Irak. Titula la obra The Unmaking of the World (La demolición del mundo). En otra presenta una versión andrajosa del Retrato del Papa Inocencio X de Velázquez del que se apropió Francis Bacon para neurotizarlo. El canadiense coloca al pontífice en una silla de ruedas y llama al dibujo: Innocent Pope (Papa inocente).

Estampas de cómic

Autor que no admite la toma de prisioneros y que no alberga esperanzas de redención personal, Scott actúa siempre como un combatiente. No le gusta que le llamen artista porque prefiere ser considerado un "activista". Tampoco deja adivinar influencias ortodoxas: sus dibujos son crudos como estampas de cómic y están basados en el apocalipsis y la destrucción.

Este profeta temible debuta en Nueva York con su primera exposición en solitario en la ciudad, Mortality Games (Juegos de mortalidad), en la Flowers Gallery del 16 de mayo al 13 de junio. La muestra, una antología de trabajos realizados desde 2008, es un recorrido por la atrocidad mediante manchas oscuras, líneas negras y ni un gramo de esperanza: balas que avanzan hacia el objetivo, drones, perfiles de Napoleón —personaje al que considera muy relevante en estos tiempos, porque se trata de un "maestro obscuro"—, seres sometidos a procesos de momificación...

Una revolución a punto de estallar

El poder, el conflicto y la mortalidad son temas recurrentes y casi obsesivos en la obra del artista, un hombre que llegó a pensar, cuando era treinta años más joven, que la revolución estaba a punto de estallar. Cuando se le pregunta qué tipo de revolución, contesta: "No lo sé, pero sería muy violenta y yo moriría en ella". Lo que ha pintado desde entonces tiene que ver con una certeza similar: nos matan cada día.

Heredero de una expresividad simple anclada en el combativo arte underground de los años setenta, se define como un "obrero del arte" y no acepta ser elevado a ningún altar. Le gustan la música heavy, los coches rápidos, la cultura de la calle y el café.

Entrando al azar en clases universitarias

Cuando era un veinteañero abandonó los estudios de Arte porque sentía que le estaban "condenando al fracaso". Optó por una alternativa inteligente: vagar de facultad en facultad y entrar como oyente al azar en esta o aquella clase. "Al menos aprendí geografía", dice.

Pinta figuras infantiles con orejas de conejo porque él mismo se siente así, vulnerable, ansioso y deprimido como un asistente a un baile de disfraces rodeado de elementos peligrosos. Se identifica con su impotencia y agobia a los personajes con la difícil condición de ser un hombre común y no perder la cordura en un escenario bélico repleto de seres con los ojos rojos y sed de sangre.

Los dibujos de Scott, dicen desde la galería neoyorquina, se pueden considerar como "actos de resistencia y supervivencia en el contexto distópico de un mundo postindustrial". Su obra habla del declive social y económico, la contaminación, el desempleo, la pobreza y "los peligros que nos amenazan".

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