Con rasgos de cachorro, las criaturas fantásticas de Erika Sanada se enzarzan en peleas juguetonas con una fiereza infantil. Los ojos sin pupilas, la falta de pelo y el color cerúleo de la piel los hacen parecer malignos, pero la artista suaviza esa sensación dotando a cada extraño ejemplar de formas redondeadas y construyendo con ellos escenas lúdicas y enternecedoras.

Tarda días en completar las esculturas más pequeñas y hasta varias semanas con las de mayor tamaño. Trabaja con cerámica y emplea una técnica de vidriado para el color. Es amiga de introducir elementos sorpresivos en los animales: colas duplicadas, tres ojos, seres que emergen de otros seres...

Afincada en San francisco (California, EE UU) desde hace sólo unos años, nació y creció en Japón. No revela su fecha de nacimiento y tiende a responder con vaguedad cuando se trata de revelar datos personales, pero no pone cortapisas para hablar de su "amarga infancia", marcada por la intimidación y el acoso que sufrió por parte de sus compañeros de colegio. Como consecuencia, se volvió una niña solitaria que pasaba cada vez más tiempo en casa.

Se evadía viendo películas y animaciones, sobre todo fantásticas y de ciencia ficción: "Me ayudaban a escapar de la realidad y me daban poder. Fue ahí cuando me empezó a fascinar el lado oscuro". Muchas de las tramas tenían protagonistas que luchaban contra criaturas fantásticas o "usaban la magia para convertir a otros en extraños animales e insectos". Ese fue el germen de su vena creativa: "Las transformaciones me inspiraron a crear obras que reflejaran las imágenes que veía en esas películas y animaciones".

En las largas horas que pasó en su niñez frente a la tele, veía a menudo GeGeGe no Kitaro, una serie manga creada en 1959 y que recurre a la tradición de los yokai, espíritus monstruosos tradicionales en la cultura japonesa, no siempre malvado, a veces traviesos y entre humanos y animales. De la ficción estadounidense su gran influencia fue Expediente X, que define como una gran "fuente" de ideas para "monstruos, cosas supernaturales y fantasmas".

Una de sus películas favoritas en cuanto a criaturas fue Alien (Ridley Scott, 1979), que le proporcionó una "idea diferente de la belleza". Admiradora confesa de H.R. Giger, al que reconoce como influencia definitiva en el estilo "inquietante" y en el acabado de las obras, también menciona entre sus ídolos al escultor hiperrealista Ron Mueck y a la escultora de animales Beth Cavener Stichter.

Las obras tienen además un componente catártico. Sanada se define como una persona "ansiosa" que se preocupa "por todo, hasta por lo más pequeño": "La ansiedad arrastra a mi mente hacia el lado oscuro, a veces más poderoso e intenso que mi cara más brillante". En la creación de las esculturas hay "un proceso de curación", como si materializaran demonios interiores. "No sé si realmente funciona, pero me siento más fuerte que antes".