La participación

  • Un punto de más o de menos en el nivel de participación puede decidir el resultado electoral.

Una de las primeras preguntas que se plantea siempre que se acercan unas elecciones es si la participación será alta o baja. De ella depende en gran medida el resultado.

Aparte de esa masa de electores que nunca o raramente votan y que en España engloba al menos el 20% del censo, hay elecciones que suscitan más presión participativa y otras que revelan un malestar de la ciudadanía plasmado en la abstención, conducta ésta que no suele ser neutra y castiga a unas candidaturas más que a otras.

El tipo de elección juega, asimismo, un papel importante, y los índices de votantes a lo largo de los treinta años de democracia lo ponen de manifiesto.

El tamaño de población también incide, ya que se vota mucho más en poblaciones pequeñas, y más en las capitales que en las ciudades de las coronas metropolitanas.

La importancia de la participación se entiende fácilmente si se tiene en cuenta que el 27 de mayo un punto de más o de menos en el índice de participación significará unos 350.000 votos (más votos que los que logró por ejemplo el BNG en las anteriores municipales).

Las elecciones locales coincidirán el mismo día con las de 13 autonomías y la diferencia de participación entre ambas ha sido escasa.

El índice promedio de votantes en esas autonómicas en 2003 superó 1,2 puntos al de las municipales, aunque en algunas zonas como Canarias, Asturias y Madrid fue más de 2 puntos.

Si se compara la participación de las Locales con las Generales, es evidente que los electores se movilizan más para elegir a los diputados y decidir, en definitiva, quién va a gobernar en España que para elegir a los ayuntamientos (o a los parlamentos autonómicos).

En las siete elecciones municipales celebradas desde 1979 (entonces se buscó expresamente que no coincidiesen con las Generales celebradas un mes antes) el índice de votantes en Locales nunca ha alcanzado el 70% (el más alto fue en 1995 con 69,87%), mientras que en las Generales se ha situado cinco veces entre el 70% y 80% (la más alta participación de nuestra historia fue en Generales 1982 con 79,97%) y además siempre ha estado por encima de las anteriores y posteriores elecciones locales.

Los datos parecen mostrar que para el electorado las elecciones municipales son elecciones consideradas de segundo orden, lo que se refleja en una más baja movilización.

Por ello, puede estimarse que las anteriores municipales de 2003, que alcanzaron un 67,67%, tuvieron bastante participación, considerando el tipo de elección (casi 4 puntos más que en 1999, aunque hubo más de 11 millones de electores que no votaron).

El aumento de participación de 2003 benefició prácticamente por igual al PP y al PSOE (IU no se benefició), que mantuvieron así en las dos elecciones sucesivas (Loc.99-Loc.03) el mismo empate técnico, algo más del 34%, en porcentaje de voto.

Teniendo en cuenta los datos históricos de evolución, después de unas elecciones locales con un índice de votantes relativamente alto, como las de 2003, la siguiente casi siempre ha sido más abstencionista.

La curva de participación en las municipales ofrece un trazado en forma de dientes de sierra.

El próximo domingo 27 veremos si la actual crispación tiene un efecto desmovilizador o no y si se confirma o no la tendencia de subidas y bajadas sucesivas de los índices marcada desde 1987.

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