Hacia el mediodía, la fiesta empezaba a animarse hasta tal punto que, a primera hora de la tarde, miles de personas se agolpaban copita en mano fuera de los bares y en las plazas y calles del centro, Albaicín, Realejo y Plaza de Toros. Mientras, los agentes de la Policía Local y Nacional desplegados por toda la ciudad se dedicaban a controlar dichas concentraciones, prohibidas por el Ayuntamiento, y a disolverlas cuando el escándalo era excesivo.
Hasta los topes
Los más jóvenes, que no querían faltar a su particular cita con las Cruces, eran derivados al botellódromo. Allí, llegaron a reunirse en torno a 11.000 personas (al cierre de esta edición). A pesar de la lluvia, el botellódromo se quedó pequeño y la Policía tuvo que cortar la calle que lo cruza, Reyes Católicos y Gran Vía debido a la afluencia de personas. No faltaron las multas por orinar en la calle y por la venta ilegal de alcohol.
¿Mejor con barras o sin barras?
Rosario González. 60 años. Auxiliar de clínica.
Está un poco soso sin barras porque ves la Cruz y te vas. Nosotros hemos estado todo el día de paseo, de una a otra. En algunas podían ponerla, las del Ayuntamiento o Bib Rambla pero controladas para que no se les vaya de las manos.
Adrián Argente. 24 años. Estudiante.
Lo prefería con barras, porque el Día de la Cruz es una fiesta para disfrutar al aire libre, no para meterse en los mismos bares de siempre, que además es imposible entrar. O vas al botellódromo o vas a los bares, debería haber algo intermedio.
Aida López. 22 años. Estudiante.
Si no hay barras en las Cruces, no es lo mismo, porque ya no puedes estar tomándote unas tapas y una cervezas bailando sevillanas con tus amigos. Creo que estaba mejor antes, en las cruces pequeñas, que se podía bailar tranquilo.
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