La gallega Ana Vallés vuelve a Madrid con otro de sus espectáculos festivos, arriesgados e inclasificables, en el que no hay hilo argumental, sino una estructura asociativa que descansa sobre la interpretación de unos actores que se revelan como personas antes que personajes. En él se combinan el teatro, la danza y la música en directo. El punto de partida esta vez es la memoria individual y colectiva, construidas ambas con sensaciones e imágenes casi siempre deformadas y con la ayuda imprescindible del olvido. Para ello se sirve de una puesta en escena caleidoscópica y de múltiples referencias a la literatura (Peter Handke, Fernando Pessoa, William Shakespeare, Gil de Biedma) y el cine (Wim Wenders, Fellini).