El Real Valladolid lo ha conseguido. A falta de ocho jornadas, ya tiene los puntos suficientes para celebrar que la próxima temporada jugará en Primera División.
Los de José Luis Mendilíbar, acostumbrados a ganar en una temporada de ensueño, no supieron y tampoco quisieron aplazar la fiesta del retorno a la élite.
El motivo principal era la presencia de los más de 300 aficionados que viajaron a la isla y que tuvieron el privilegio de presenciar en directo el momento soñado, pero también había una razón estadística.
Y es que cumplido el objetivo de máximos, el ascenso, el conjunto castellano tiene a su alcance el título honorífico de campeón de Segunda, y de paso la posibilidad de elevar a categoría de récord una racha invicto que con la victoria en el Heliodoro Rodríguez se eleva a 28 partidos consecutivos.
Tanto de Víctor
Esa dinámica le sirvió al Valladolid para sobrevivir sin demasiados apuros el empuje inicial del Tenerife, que se agotó con el gol de Víctor, el "chupinazo" que dio por inaugurada la fiesta blanquivioleta.
En un estadio con más de 15.000 espectadores, la minoría vallisoletana se hizo oír con cánticos para todos los colores, aunque el repertorio incluyó clásicos como el "campeones, campeones" o el "¡a Primera!".
Los decibelios aumentaron con el tanto de Manchev, el de la tranquilidad, el que acabó con la poca incertidumbre que había por lo corto del resultado. Entonces hubo un reconocimiento especial, a Mendilíbar, principal artífice del ascenso.
Con el pitido final se desató la euforia sobre el césped. Jugadores y técnicos del Valladolid dieron rienda suelta a la euforia, y es que la ocasión bien lo merecía.
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