Un exempleado afirma que era una "gran suerte" trabajar en Nóos y en "constante" contacto con la Casa Real

El extrabajador del Instituto Nóos Mario Sorribas, cuya imputación fue archivada por el juez José Castro el pasado mes de junio, afirma en un escrito elevado a la Audiencia Provincial de Baleares que, para un empleado, era una "gran suerte" trabajar en una empresa "puntera" cuyo propietario "es el yerno del Rey, en constante contacto con la Casa Real y tratando profesionalmente con los gobiernos de Baleares y Comunidad Valenciana", lo que además le proporcionaba "un halo de seriedad y honestidad".

El extrabajador del Instituto Nóos Mario Sorribas, cuya imputación fue archivada por el juez José Castro el pasado mes de junio, afirma en un escrito elevado a la Audiencia Provincial de Baleares que, para un empleado, era una "gran suerte" trabajar en una empresa "puntera" cuyo propietario "es el yerno del Rey, en constante contacto con la Casa Real y tratando profesionalmente con los gobiernos de Baleares y Comunidad Valenciana", lo que además le proporcionaba "un halo de seriedad y honestidad".

Así lo pone de manifiesto en unas alegaciones a las que ha tenido acceso Europa Press y con las que rebate las consideraciones vertidas por el sindicato Manos Limpias en el recurso que interpuso contra el auto con el que Castro puso fin a la instrucción de la causa, y con el que solicita que Sorribas vuelva a ser imputado.

En su escrito, la representación procesal de Sorribas recrimina que la acusación popular sustente su petición "en vaguedades" a través de un recurso donde "no explica qué acciones u omisiones concretas se le suponen" a su patrocinado "para merecer el reproche penal", lo que "evidentemente" le sitúa "en una posición de indefensión proscrita en la Constitución".

En su análisis, Sorribas hace hincapié en la necesidad de analizar "con cautela y sensatez" los hechos acaecidos entre 2004 y 2010 -fechas investigadas en el caso Nóos- antes de lanzar una acusación en torno a la actividad concreta que llevó a cabo, y enjuiciar estos hechos "en el contexto temporal en el que se produjeron".

Así, recuerda cómo en 2004 "se vivían tiempos de euforia económica que se creía eterna, el Rey don Juan Carlos y su entorno familiar gozaban del máximo crédito, estima y ferviente adhesión por la inmensa mayor parte de la ciudadanía" y, aunque los políticos "no pertenecían a la mejor valorada de las profesiones, se respetaba sin embargo la autoridad de quienes gobernaban".

Una situación que, asevera, contrasta con la que se vive actualmente, en la que la "dramática" crisis económica "ha modificado radicalmente la percepción que ahora se tiene sobre el valor de cada euro gastado o invertido por las Administraciones; una importante pérdida de credibilidad ha desprestigiado al abdicado Monarca, su familia e incluso a la misma institución, y se ha generalizado la creencia de que los políticos, principalmente quienes detentan responsabilidades de gobierno, son unos corruptos prestos a delinquir a la primera ocasión que se les presenta".

Es por ello que, cuando Sorribas empezó a trabajar en Nóos en 2004, la percepción de prestar sus servicios para este empresa era distinta y constituía una "gran suerte", algo que, asevera, "no se puede entender correctamente si la aproximación a los hechos enjuiciados se realiza con la mentalidad de hoy en día, en lugar de la propia del momento histórico en que acaecieron".

En cuanto al papel específico que jugó el exempleado, su representación señala que cuando fue éste contratado en el Instituto Nóos "no conocía de nada al señor Urdangarin", sino que "sencillamente envió un curriculum a una oferta de trabajo y lo seleccionaron. Cinco años más tarde, cuando en 2009 el señor Urdangarin marcha a América con su familia, Sorribas es su único empleado y le otorga unos poderes, no excesivamente amplios, unos poderes normales dadas las circunstancias".

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