Laura Esquivel: "Los editores cultos ya no llevan las editoriales, ahora son administradores"

  • La autora mexicana publica la novela 'A Lupita le gustaba planchar' tras ocho años sin editar novela y 26 desde su gran éxito 'Como agua para chocolate'.
  • "Si hubiera publicado ahora aquel libro, no hubiera sucedido nada", dice la escritora, muy crítica con la política editorial actual.
  • Comprometida, señala por dónde deberían ir los cambios sociales: "Es la organización civil la que tiene que lograr el cambio".
La autora de 'Como agua para chocolate' Laura Esquivel
La autora de 'Como agua para chocolate' Laura Esquivel
SUMA
La autora de 'Como agua para chocolate' Laura Esquivel

Ocho años sin publicar novela llevaba la autora que con su primera obra, Como agua para chocolate (1989), sedujo a público primero y crítica después (porque lo suyo fue sin promoción: eran otros tiempos, los de hace 26 años). Laura Esquivel (México, 1950) ha estado inmersa en proyectos que tenían que ver con la situación de crisis y violencia a la que apenas escapa alguien, razón por la que ha tardado tanto tiempo en publicar novela.

A Lupita le gustaba planchar (Suma) no se aleja de la situación actual. A través de la mujer protagonista asistimos a los grandes males de nuestro tiempo. "Todos tenemos algo o incluso mucho de Lupita" dice la autora, a quien no le gustan las promociones y "estos tour" pero que no entra a criticar a los medios. Y se agradece.

¿Por qué tanto tiempo sin publicar novela?

Porque estaba con otros proyectos, un taller (de desarrollo personal) en Coyoacán que se diseñó para la crisis y este gran gambio que requiere la situación que vivimos.

¿Qué cambio situaría en primer lugar?

Tenemos que empezar por nosotros mismos. Creímos que el trabajo público haría que pudiéramos vivir de ello y nos equivocamos. Tampoco la solución y el cambio está en los partidos políticos. Es la organización civil la que tiene que hacerlo, si logra organizarse.

Sí, porque ¿cómo organizamos un mundo tan individualizado?

Lo primero es un cambio radical interno. Tenemos que entender que todos jugamos un papel en el de todos, la historia de los pueblos la escribimos sus habitantes. Si yo soy el oprimido pero dejo de serlo el papel del opresor sale sobrando, y de eso se trata, de convertirme en protagonista de mi vida.

Eso hace su personaje Lupita...

Exacto: ese es el cambio interno que tenemos que hacer, convertirnos en los protagonistas de nuestras vidas. Si somos los oprimidos tenemos que dejar de serlo.

¿Todos tenemos un poco de Lupita?

Sí, ella tiene la enfermedad mental de nuestra época, la depresión. Y de alguna manera nos abarca a todos.

Hasta su parte más fea, la que rechaza uno al leer, está en la mayoría...

Sí, la parte fea genera rechazo. Cuando es propia, decimos qué horror y miramos hacia otro lado, culpamos a otros.

¿Deberíamos mirarnos más esas zonas oscuras?

Sí, tenemos que dejar de mirar hacia otro lodo, hemos creado un mundo en el que nos quejamos mucho pero nos miramos poco. Hay millones de personas buscando salidas, pero no se trata de cambiar un gobierno por otro, el problema está en el mundo que no vemos, el de nuestras emociones y sentimientos. Y eso es lo que hay que cambiar y lo que va a cambiar. Lupita descubre el poder de las emociones y los sentimientos.

Es que a veces parece que nos hubieran prohibido sentir o al menos expresar los sentimientos...

Nuestros antepasados decían: uno piensa con el corazón. Pues bien, ahora sabemos que en el cerebro es donde está lo emocional. Lo que pensamos está relacionado con lo que sentimos.

Pero ¿no seguimos actuando como si no lo supiéramos?

Seguimos así y no se dan cuenta de que la gran enfermedad de nuestro tiempo es la depresión, hasta la infancia llega la depresión. ¿Qué está pasando? Yo tengo mis teorías de conspiración. Creo que detrás de las grandes corporaciones hay gente que quiere que se controle lo que vemos y lo que sentimos, porque cuanto más miedo tengamos, más controlados estaremos. Así que: que desde que por la mañana encendemos la tele veamos el horror y no salgamos del miedo. De ese modo se desplaza el amor y la solidaridad y la paz. Eso es lo que hay que organizar y tenemos que hacerlo nosotros.

¿No somos demasiado individualistas para hacer algo tan común?

Claro, porque nos ponen a competir desde que nacemos. Es la manera: se enseña a la gente que competir es más importante que saber que el que está fuera y sufre es parte de nosotros. Ya no podemos ignorar todo esto.

¿Cómo lo hacemos, cómo salir de ese individualismo? Porque decirlo es una cosa, pero hacerlo...

Me decían cuando hacía el taller: pero qué necesidad tienes de pelear si puedes quedarte en tu casa tranquilamente escribiendo... ¿Encerrarme mientras el país se cae a pedazos, la violencia escala a niveles nunca vistos y la pobreza también?

Usted que ha retratado tanto a la mujer en sus obras y desde hace tantos años, ¿imaginó que la transición hacia la igualdad iba a ser tan larga que aún seguimos en ello?

Aparentemente parece que sí, que lo hemos logrado, pero luego ves que las políticas laborales siguen siendo diferentes para nosotras, que seguimos aceptando determinados roles. Si una no rompe ese rol...

Ellos lo hacen bastante mejor: cuando se han metido en la cocina han convertido la profesión en un asunto lleno de glamour, ¿ellas eran cocineras y ellos son chef?

Y ellos cobran cifras tremendas. Lo mismo ocurre con la industria del vestido. Antes nos hacíamos lo que necesitábamos, y es un placer tejer además de ser creativo. Ahora pagamos dinerales por un pantalón fabricado en serie. Antes nos curábamos los unos a los otros y ahora sólo lo pueden hacer los médicos, y eso si tienes seguro, porque si no, que Dios te ampare.

Un poco difícil volver atrás...

El consumismo ha fallado y lo estamos viendo todos. Y ya hay destellos de cambio en gente que tiene gallineros en la azotea porque están hartos de comer huevos hormonados. En El Rastro de Madrid hace años compré unas fotos antiguas y mi marido me dijo: ¿te has dado cuenta de que las mujeres entonces no tenían celulitis? Eso para que veas cómo daña la alimentación que llevamos.

Al mundo editorial le sucede algo parecido...

Ahora los que están al frente de las editoriales no son aquellos editores cultos que te leían, ahora son administradores. Acabaron con las librerías donde el librero te aconsejaba. Las librerías de viejo en unos años no existirán, porque no hay bodega para guardar todos los libros que no se venden. A los seis meses de estar en bodega se destruyen. Y como si un libro no se ha vendido el primer mes pasa a bodega pues no vamos a tener primeras ediciones de nada.

¿Imagina que en este panorama publicara por primera vez Como agua para chocolate?

Sería difícil que sucediera. Nunca se puso un anuncio ni se hizo un tour como ahora. Fue de boca en boca, por eso triunfó. Pero ahora no dan tiempo a que eso suceda.

Ve posible un cambio en la concepción de la cultura?, ¿podríamos ir hacia otro modelo?

Tenemos que buscar que el que quiera escribir por vocación pueda hacerlo. Hay que diseñar otro tipo de comunidad donde se cuide al artista y al escritor. Hay que recuperar la importancia y el respeto hacia el artista y el creador.

Porque el arte ¿es un derecho?

El arte es un derecho, todos tenemos derecho al arte y debemos exigirlo. En todas las oficinas y escuelas habría que tener un espacio en el que cualquiera pudiera ejercer una actividad artística.

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