La principal ventaja de estas casas es su coste que, aunque varía en función del modelo, suele estar entre los 750 y los 1.000 euros por metro cuadrado, a lo que hay que sumar el precio de la parcela donde se vaya a establecer. Una vez adquirida, su instalación, que incluye el ensamblaje de las piezas y el anclaje al suelo, será cuestión de días.
A pesar de lo que se pueda pensar, cada vez tienen mayores dimensiones (existen modelos de más de 300 metros cuadrados de superficie y con cuatro dormitorios). "Esto las convierte también en una buena alternativa para fijar en ellas la residencia habitual", afirman desde Provicsa, empresa especializada en este tipo de construcciones.
En cuanto a los materiales, predominan la celulosa, el pladur y las planchas de madera, elementos flexibles que hacen que estas viviendas ofrezcan 20 veces más protección estructural que las casas de obra tradicional.
Su mayor problema, la financiación
A diferencia de otros lugares, como Estados Unidos, Canadá o los países escandinavos, en España todavía existe una falta de tradición en estas viviendas que hace que exista un vacío legal en cuanto a su naturaleza. Sus características propias (se pueden desanclar, desmontar y transportar) hacen que las entidades bancarias las consideren como bienes muebles, por lo que no pueden financiarse con un préstamo hipotecario, como el que pueden disfrutar otras casas.
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