Las inteligentes combinaciones de colores y la elegancia esquemática de sus dibujos siguen cautivando al espectador actual. Mary Blair (1911–1978) unía la inocencia del dibujo animado con una sutil abstracción y coqueteaba con el diseño y la arquitectura de líneas claras de mediados del siglo XX.

En los años cuarenta y cincuenta su talento como directora creativa fue decisivo para películas como Cenicienta (1950), Alicia en el país de las maravillas (1951) y Peter Pan (1953). "Walt (Disney) decía que yo conocía colores de los que él nunca había oído hablar", recordaba Blair del dueño y fundador del millonario estudio de animación. Tanto él como su mujer idolatraban a la dibujante, una de las pocas artistas cuyas obras colgaban en las paredes del domicilio privado de la familia.

Magic, Color, Flair: the World of Mary Blair (Magia, color, estilo: el mundo de Mary Blair) —hasta el 7 de septiembre en el Walt Disney Family Museum de San Francisco (EE UU)— explora el proceso creativo y la producción de una de las diseñadoras y directoras de arte más singulares de los Estudios Disney.

Con alrededor de 200 piezas, la muestra repasa el desarrollo del lenguaje artístico de Blair, comenzando por la etapa de estudiante en la escuela de arte Chouinard de Los Ángeles —a la que pudo acudir gracias a una beca— y siguiendo por trabajos tempranos como las acuarelas regionalistas que expuso en los años treinta.

El recorrido documenta el cambio decisivo que sufrió su estilo en los cuarenta y después los trabajos como ilustradora free lance en los cincuenta en Nueva York que abarcan desde la publicidad y el escaparatismo hasta la escenografía para teatro, el diseño textil y los libros infantiles.

Comenzó a trabajar para Disney en 1940 sin demasiado entusiasmo. Su pasión era la ilustración artística y los dibujos animados eran para ella un pobre consuelo. Pronto mostró su inmenso talento en el arte de concepto —el desarrollo visual previo a cualquier película o proyecto artístico— con ilustraciones para producciones como Dumbo (1941)

A pesar del interés que despertaba en sus superiores por la capacidad de captar una gran riqueza de detalles con trazos finos y sencillos y fondos difuminados en acuarela y pastel, Blair no estaba satisfecha con su empleo y anunció que se marchaba.  Todo cambió cuando, justo en ese momento, le comunicaron que Walt Disney organizaba un viaje de diez semanas a Latinoamérica para que los artistas del estudio y los guionistas hicieran un profundo trabajo de campo para futuros proyectos.

El periplo visual por Brasil, Argentina, Perú, Ecuador, Guatemala, Chile y México fue revelador para la artista, que no dejó de plasmar la variedad de colores, sensaciones y habitantes que contenía cada país. La exposición presta especial atención al episodio, que convirtió a Blair en un pozo sin fondo de creatividad y pasó a ser tras la experiencia una figura admirada por el resto de sus compañeros. Desde aquel momento tuvo la seguridad de que combinar el arte y los dibujos animados sí era posible.