Julio Gónzalez, delantero paraguayo del Vicenza, vio como su vida se truncaba durante las vacaciones navideñas de 2005, tras sufrir un accidente de tráfico camino del aeropuerto de Venecia donde debía coger un vuelo para reunirse con los suyos en tan señaladas fechas.

Como consecuencia del grave siniestro, los médicos tuvieron que amputar el brazo izquierdo del internacional de 25 años, casado y padre de dos hijos menores de 5 años. Al despertar, Julio comprendió que la vida le había dado una segunda oportunidad. Había vuelto a nacer y soñaba con volver a sentirse futbolista.

"Dios no te quita ni de da nada sin una razón. Todo lo que Él hace tiene un motivo, y yo creo que el mío es poder demostrar que puedo volver a jugar y quizás mejor de lo que lo hacía antes. Demostrar que queriendo se pueden llegar a hacer cosas importantes", reconocía el jugador.

Catorce meses después del accidente, Julio lleva un par de meses entrenando por las mañanas con sus compañeros del conjunto italiano de la serie B, y por las tardes se 'machaca' en el gimnasio con sesiones de fisioterapia.

El ariete asegura que su cuerpo ya se ha acostumbrado y su lesión ha dejado de ser un handicap: "El cuerpo es algo maravilloso que se adapta a todo, al principio me era muy difícil poder correr, saltar... sin embargo, con el pasar del tiempo, mi cuerpo se fue adaptando y hoy puedo hacer todas las cosas que hacen mis compañeros y con la misma intensidad".

Aunque es consciente de que la vida no acaba en el fútbol: "Yo trabajo, me esfuerzo y sueño con volver a jugar profesionalmente; pero si esto no fuera posible, no se me termina el mundo porque hay muchas cosas que hacer dentro y fuera del fútbol porque tengo la vida y eso es lo más importante".