Manu Leguineche: una lección de independencia y decencia

"No tuvimos infancias felices, pero tuvimos Vietnam", decían Meneses y Leguineche, que tomaban prestada la frase de Despacho de guerra, de Michael Herr,  en el documental Oxígeno para vivir, rodado en 2010. Era la última aparición de los dos, amigos, compañeros y ejemplos de ese periodismo a pelo. En enero de 2013 moría Enrique Meneses, el 22 de enero de 2014 ha muerto en Madrid Manu Leguineche. Y ahora es cuando a un periodista le entra el temblor.

"Cuando un jefe te encarga hacer el perfil de un periodista de la talla de Manuel Leguineche te pueden temblar las piernas". A veces, y ésta es una de ellas, hay alguien que ya ha pensado y dicho lo mismo que a uno le sucede y buscar la originalidad resulta mucho peor. Así que hago mías las palabras de Pilar R. Veiga sobre el fallecido Manu.

Es Leguineche el periodista del que todos hablan bien, de quien ya hablaban bien en vida, incluso quienes lo tuvieron como jefe, y de quien siempre han destacado (no ha habido que esperar a su fallecimiento) la independencia tanto personal como profesional. Esto complica la tarea de retratarlo sin caer en la 'hagiografía'.

Antes que licenciado, profesional

A los 18 años, un joven Leguineche estudiante de Derecho y Filosofía, empezaba ya a viajar por el mundo, y pronto se unió a un grupo de periodistas norteamericanos para recorrer el mundo en un todo terreno durante dos años. Esta peripecia quedaba 'grabada' con tinta en su libro El camino más corto.

El decano de los reporteros de guerra cubrió los grandes conflictos del pasado siglo, casi nada más comenzar en el periodismo ya cubría uno, la Guerra de Vietnam (lo hizo para el diario Pueblo).

En 1962 fue a la revolución de Argelia y tres años después al conflicto entre India y Pakistán. El gusanillo del periodismo más intenso ya estaba demasiado dentro: prácticamente no hubo guerra que no cubriera: Líbano, Malvinas, Nicaragua, Chipre, Marruecos, Bangladesh, Camboya o Guinea Ecuatorial.

También dio fe de las caídas de Somoza en Nicaragua, del Sha de Persia, de Macías en Guinea, y realizó entrevistas que sí merecen el manido 'míticas' a personajes como Perón o Gandhi.

Poca 'titulitis' y mucho esfuerzo

Le importaba el trabajo, la guerra, el reportaje, la noticia. Le importaba su trabajo. Tanto que no obtuvo su graduación en Periodismo hasta 1971, algo que resulta muy definitorio de cómo era Leguineche: reportero antes que titulado y curtido en los grandes conflictos antes que graduado.

Desde 1970 hasta 1982 dirigió Colpisa, agencia de la que fue uno de los fundadores. En 1982 creó Cover Prensa, en 1983: Fax Press.

En 1986 le dijo 'no' a Pilar Miró cuando le ofreció  ser jefe de informativos de RTVE. Su libertad lo llevaba por otros derroteros: dos años más tarde trabajó en Euskal Telebista (ETB) con el programa Memorias. En 1990 el inquieto Manu ya sí entraría en TVE, y lo haría como director de En portada, en el que siguió pero como lo que de verdad le gustaba: reportero.

El merecido aplauso

Si en algo han coincidido todos los que lo conocieron y trabajaron con él, incluso codo con codo en alguno de los muchos conflictos que cubrió, ha sido en su independencia. Hasta tal punto que Gervasio Sánchez decía a Efe: "Era la esencia del periodismo independiente de este país".

Acaso por esa fuerza que compañeros como Gervasio Sánchez o Vázquez Montalbán resaltan de él resultaba tan difícil a sus allegados ver cómo la enfermedad le iba restando fuerzas. Su muerte a los 72 años no ha sido una sorpresa, como tampoco la cantidad de declaraciones y mensajes de periodistas, escritores y políticos. La mayoría se declaran alumnos de Manu. Él mismo se presentaba así y así era como pedía que lo llamaran.

"Nunca era un jefe, no se imponía por su autoridad sino por sus conocimientos, era la sencillez misma al que escuchabas embobada", ha dicho a Maruja Torres tras conocer el fallecimiento del periodista.

Leguineche, que nació en Arrazua (Vizcaya), vivía sin embargo desde hace mucho tiempo en Brihuega (Guadalajara).

Él, junto a Vázquez-Figueroa, Miguel de la Cuadra Salcedo y Meneses, eran ese grupo de periodistas 'intensos' que ayer se quedaba como niño huérfano.

Letras sin 'paja'

No quiso ser ni parecer lo que no era. Tampoco fingía en sus libros, por eso era casi imposible que Manu se dedicara a la ficción, salvo en su única novela: La tribu.

Su obra, que arrancaba con El camino más corto, es de reflexión, de viajes, de periodismo, de ensayo, y esa mezcla es la que hace que su obra no pueda ser clasificada sin injusticia. Lo suyo era un género aparte, propio. Escribió de casi todo lo que vivió: Vietnam, Filipinas, Hong Kong, Yugoslavia, Marruecos, los golpes de estado...., y también asuntos tan difíciles de etiquetar como los recogidos en el ¿ensayo? El club de los faltos de cariño.

El camino más corto: Refleja el periodista su viaje durante dos años por el mundo en un todoterreno acompañado de un grupo de periodistas norteamericanos. Para Manu ésta fue su obra maestra, y parece que no erraba el tiro, no pocos periodistas reconocen haberse soñado periodistas leyendo estas letras.

Los topos. Escrita con Jesús Torbado, es esta obra en realidad un largo reportaje sobre los republicanos que se ocultaron durante años cuartos tapiados.

El precio del paraíso. Un español es el centro de la investigación que plasmó en esta obra. Un español, superviviente de Mauthausen, que terminó en la selva boliviana.

Yo pondré la guerra. Tal vez el libro que hoy todo profesional debería leer: en él se da buena y certera cuenta de cómo nace esa prensa sensacionalista de la que tan lejos estuvo siempre Leguineche.

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