Ayer, a media mañana, los cuerpos inertes de unas 60 palomas daban cuenta de un nuevo episodio de aniquilamiento por envenenamiento de las aves. Los barrenderos agruparon los cadáveres en espera de la unidad especializada.
La situación, ayer, era siniestra. Unos turistas chinos se fotografiaban con las palomas muertas y los monitores de tres escuelas intentaban evitar que los niños tocasen las aves.
Al lugar acudía una voluntaria de la Fundación Altarriba para «evitar que los cuerpos desaparezcan antes de hacer la necropsia».
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