Canadiense, de 55 años, doctorado en Filosofía. Le encanta tocar la guitarra y fue campeón mundial de hockey de mesa.

Con 'Más Platón y menos Prozac' superó los 200.000 ejemplares vendidos en España. Ahora presenta El ABC de la felicidad en el que intenta acercar las enseñanzas de Aristóteles, Buda y Confucio a sus lectores.

¿Qué lleva a la gente a leer sus libros?

Realmente, no lo sé. En España es donde más libros he vendido, será porque tengo un poco de alma española.

¿Puede que los españoles necesitemos aprender a ser felices?

Todo el mundo necesita aprender, pero en España la gente sabe cómo disfrutar de la vida, quizá tengan más cosas que enseñar de las que les queda por aprender...

¿Se considera usted un escritor de autoayuda?

No. Además, ese tipo de literatura no funciona. Si realmente lo hiciese, no se vendería tanto. Parece que la gente se ha enganchado, y eso, más bien, es un problema, no una ayuda. Yo intento hacer a la gente más independiente con mis enseñanzas, justo lo contrario.

¿Existe la felicidad?

¡Sí! Por supuesto. Es la plenitud, no es euforia; la felicidad para mí es un estado de serenidad interior.

¿La misma para todos?

Tal y como yo la concibo, sí, todos somos seres humanos. Debemos conseguir un estado de moderación, un camino medio para nunca llegar a los extremismos. La moderación es la receta para la felicidad.

¿Y no nos hace muy aburridos?

Podemos conseguir las emociones que necesitamos a través del arte, el cine, la música...

¿La moderación no frena el avance de la sociedad?

No lo creo. Erradicando el odio del mundo conseguiremos que la sociedad avance de manera más tranquila.

¿Y el amor puede existir sin el odio?

Siempre debe haber un blanco para el negro, pero la felicidad está en la no violencia.

Entonces, las revoluciones que han cambiado el mundo, ¿no nos ha hecho más felices?

Han sido útiles, el problema son los revolucionarios que se acercan a los extremos...

¿A quién regalaría una copia de su libro?

Necesito dos copias. Una se la regalaría a George Bush y la otra a Bin Laden, que necesitan con urgencia aprender a ser felices.