"No eramos conscientes de lo conseguido"

El 17 de octubre de 1986, Barcelona fue designada, en Lausana, sede de los Juegos de la XXV Olimpiada. Lo que hasta aquel momento había sido un reto de la ciudad, se convertía en una responsabilidad colectiva de los barceloneses, y además de la sociedad catalana y española. El 17 de octubre del 86 las palabras del presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan A. Samaranch, eran la flecha simbólica que casi seis años más tarde iba a encender el pebetero del estadio olímpico. Recuerdo la celebración multitudinaria de la noche del día 18, ya en Barcelona, concretamente en la avenida Maria Cristina, en Montjuïc. En aquellas horas presentíamos, pero no éramos conscientes todavía de la auténtica dimensión del éxito que Barcelona acababa de conseguir.

Supimos responder. Fue una hazaña colectiva que, vista con la perspectiva que dan dos décadas, hoy podemos afirmar que estaba escrita: salió bien lo que bien se había planteado y ejecutado. Al reto de organizar unos Juegos que habían de ser los más mágicos de la historia del olimpismo respondió el ayuntamiento de Barcelona, lo hicieron las empresas, las asociaciones y, por encima de todos, la ciudadanía, los voluntarios que fueron sin duda el mejor equipo que jamás haya tenido Barcelona.

Los Juegos del 92 propiciaron nuevas alianzas, Barcelona se proyectó al mundo con toda su fuerza y dinamismo, y ofrecimos una cita inolvidable al mundo, que vio y encontró en la ciudad condal y en Catalunya, una sociedad abierta, hospitalaria, orgullosa de ser anfitriona y comprometida con los valores del espíritu olímpico.

Deseo -y estoy convencido de ello- que Madrid cogerá, más pronto que tarde, el relevo. Y, cuando lo haga, sabremos responder aportando todo lo que esté a nuestro alcance para que su reto sea también un gran éxito.

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