La solución la aporta Jorge Urdiales, autor del Diccionario de castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, que será presentado mañana, una semana antes del 86 cumpleaños del insigne escritor.
El autor buceó en todos los libros de Delibes. Anotó las palabras rurales. Realizó varias cribas y aún le restaban 1.500 términos. Buscó en los diccionarios y se quedó con 329 (el total que componen el diccionario).
Recorrió durante cuatro años los valles del Esgueva y del Duero. Habló con ancianos, en las residencias, en las casas. «Hasta que no encontraba a diez personas que decían la misma definición no me valía», señala.
Algunas se resistieron
Encontró el significado de casi todas las palabras, menos de 28, así que optó por escribir al propio Delibes. «Le gustó la idea. Me dijo que no recibía visitas, pero que sí me contestaría de su puño y letra», afirma Urdiales, orgulloso de poder rescatar un léxico que de otra forma se perdería «porque la gente mayor desaparece».
El libro ha sido editado por el Instituto de la Lengua y El Norte como homenaje a Delibes, «un hombre que en el campo estaba feliz», concluye el autor.
Algunos ejemplos
Aselerado: El palo de los antiguos gallineros. «Tienes más mierda que el palo de un gallinero».
Araña: Un alambre en forma de círculo para pescar cangrejos.
Humeón: Una especie de fuelle que hace humo y espanta las abejas.
Pernales: Las piedrecitas de los trillos.
Piedralite: Un sulfato que se mezclaba con agua en casa, por las noches, para echarlo en los trigales. Se dejó de utilizar hace 40 años.
Aguarradillas: Lluvia muy fina, sobre todo en abril.
Amonarse: Cuando la liebre se agazapa en la tierra, cuando se echa en la cama.
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