Ryszard Kapuscinski, el enviado de Dios y su cámara

  • Ryszard Kapuscinski fue, además de un gran reportero, fotógrafo.
  • El libro 'África en la mirada' reúne 75 imágenes conmovedoras, que muestran la grandeza y dignidad del continente más allá de tragedias.
Fotografía del libro 'África en la mirada'.
Fotografía del libro 'África en la mirada'.
Ryszard Kapuscinski
Fotografía del libro 'África en la mirada'.

Leer es como recorrer el mundo: la frase ha sido repetida mil veces, y es cierta. Especialmente cuando uno se enfrenta a la literatura de Ryszard Kapuscinski, el periodista polaco que recorrió el mundo, retratándolo a través de un puñado de libros imprescindibles. Pero llamar periodista a Kapuscinski es quedarse corto: viajero y humanista, escritor y profesor, ensayista y poeta... Para John Le Carré, "Kapuscinski es el enviado de Dios". El reportero definitivo. Y, además, un fotógrafo estimable.

En enero de 2007, Kapuscinski murió tras una operación de corazón. Pero su nombre es recordado a diario como ejemplo de buen periodismo o ineludible referencia a la hora de intentar entender diversos conflictos bélicos (de África, Asia o Europa; pasados, presentes o futuros). También, claro, por la constante reedición de sus obras, siempre vivas, dinámicas y cambiantes.

Hoy toca hablar de sus fotos. El motivo es África en la mirada, libro que recoge fotografías de Kapuscinski a lo largo de casi 40 años y que ahora regresa a las tiendas. Editado por la Asociación de Periodistas Europeos, tiene su origen en una exposición que reunía 75 instantáneas tomadas por el reportero durante sus viajes por el continente africano.

Las imágenes no buscan reflejar belleza o miseria, alegría o dolor, sino que plasman la mirada, muchas veces relajada, del Kapuscinski curioso. En realidad, comparadas con la gravedad y profundidad de sus textos, casi parecen casuales. Ligeras. Hasta que, pasando las páginas, nos encontramos con el gesto hosco de un niño soldado angoleño o con la desdentada sonrisa de un cacique militar keniata.

Pero no: África en la mirada no es el enésimo catálogo de imágenes espantosas de un continente "maldito". Al igual que en Ébano, una obra tan amena como profunda sobre los males que desangran África, Kapuscinski no se disfraza de mensajero de la desgracia ni aspira a convertirse en el enésimo contable de las tragedias ajenas. Como en sus letras, si algo llama la atención en sus fotografías es la dignidad, la grandeza, de cada uno de los retratados. No importa que sean niños o ancianos, soldados o civiles, mujeres que cargan bebés en un mercado perdido o que transportan armas en un plomizo y desalmado desfile. Kapuscinski mira. Fotografía. Y deja, como pasaba en sus libros, que sean los propios protagonistas quienes cuentan sus historias, aquí expresadas con gestos, miradas, su propio físico.

Durante 50 años de inagotable actividad periodística, Kapuscinski recorrió más de 100 países y dejó constancia de todo lo que desfilaba ante sus ojos: desde la más cruenta batalla hasta la plácida felicidad del poblado más remoto del mundo. Sus libros han sido traducidos a más de 40 idiomas, y sus artículos, reproducidos en medios tan prestigiosos como la revista Time o el diario The New York Times.

Recogió en 2003 el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, uno más de los muchos premios que le fueron también entregados en Inglaterra, Francia o Italia. "Las raíces de mi literatura —según dijo él mismo— son viajar y descubrir, leer y reflexionar". Raíces que regó con otros dos elementos: la poesía y la fotografía. Es esta última, por supuesto, la que llena de vida y conocimiento las páginas de África en la mirada.

La primera vez que Kapuscinski pisó África fue en 1958, cuando algunos países subsaharianos se independizaron. El polaco aterrizó en Ghana con 25 años y no paró desde entonces: era uno de los periodistas internacionales que, en pésimas condiciones, recorrían el continente cubriendo golpes de estado y revoluciones, conflictos nacionalistas o guerras de independencia. Medio siglo después, por desgracia, las noticias que nos llegan desde allí no han cambiado demasiado.

Cuatro obras imprescindibles y un desagradable retrato

Ébano. Colección de relatos que forman un monu-mental ensayo sobre África. No hay lamentos por la tragedia de un continente, sino la admiración de un autor fascinado por la grandeza y el alma de sus habitantes.

El imperio. En los noventa, el reportero vuelve a Europa y recorre las ruinas de la URSS. El mastodonte soviético ha muerto, pero Kapuscinski recorre el cadáver para saber el porqué de su muerte y prevenir de su putrefacción.

La guerra del fútbol y otros reportajes. No hablamos de un Madrid-Barça, sino de una guerra entre El Salvador y Honduras. El libro, que añade la crónica de otros conflictos, es un manual de periodismo y de humanidad.

El emperador.  Lo narrado es tan ridículo que, de no haber sido cierto y trágico, resultaría hasta gracioso. Las manías y los caprichos del iluminado que, durante décadas, estuvo al frente de la paupérrima y desamparada Etiopía.

Kapuscinski. Non-fiction.  Hasta aquí las alabanzas: este libro, de Artur Domoslawski, presenta al reportero como un genio, pero también como un mujeriego, un mentiroso y un agente comunista. Lean y juzguen ustedes...

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