Cuando la escultura empezó a desafiar a la anatomía

  • Una galería expone las obras de seis escultores que crearon una imagen dinámica y misteriosa del cuerpo humano.
  • El nacimiento de la danza moderna a principios del siglo XX descubrió nuevas capacidades expresivas alejadas del ballet.
  • Los años veinte fueron un punto de inflexión: con la década feliz llegaron la ruptura con la tradición y el afán por retratar la modernidad.
Escultura de Alexander Archipenko, en bronce y oro, realizada en el año 1925
Escultura de Alexander Archipenko, en bronce y oro, realizada en el año 1925
Alexander Archipenko - Forum Gallery, New York
Escultura de Alexander Archipenko, en bronce y oro, realizada en el año 1925

Nada más comenzar el siglo XX, la bailarina Isadora Duncan revolucionó la trayectoria de la danza demostrando que el abdomen y el torso tenían tanto poder como las piernas, que no era necesaria la artificiosidad del tutú ni deformar la punta de los pies para expresar emociones. Llevaba ropajes holgados y su fuente de inspiración era el vaivén de las olas del mar. Más tarde, a mediados de los años veinte, la otra gran fundadora del baile moderno, Martha Graham, indagó en las capacidades artísticas derivadas de contraer y relajar el cuerpo.

El redescubrimiento del cuerpo y su capacidad creadora tuvieron gran peso en el resto de las artes. La escultura, por ejemplo, se alejó de los cánones decimonónicos para inventar formas sencillas pero de gran poder expresivo.

La galería Forum de Nueva York expone hasta el 23 de junio The Figure in Modern Sculpture (La figura en la escultura moderna), una colección de 25  obras de seis escultores modernistas que cambiaron las ideas preconcebidas sobre la representación humana.

Adiós a la anatomía

Se inspiraron en las artes visuales, la música, la danza y la arquitectura desde principios de siglo hasta los años veinte: la década feliz, conocida por la ruptura con el arte tradicional y por el afán de retratar la modernidad. Los años que precedieron a la II Guerra Mundial imbulleron en los artistas la necesidad de comunicar un sentido de misterio, alegría y movimiento en cada escultura, crear una visión dinámica del ser humano.

Alexander Archipenko se valía del espacio negativo para complementar sus obras, Chaim Gross esculpía coreografías acrobáticas, Gaston Lachaise ensalzaba las curvas femeninas, Jacques Lipchitz combinó los arabescos con una visión abstracta de la anatomía.

Las figuras serenas de Elie Nadelman tenían un eco clásico transformado por la moda y los hábitos del momento. John Storrs estilizó el ya de por sí esbelto art déco y tras la II Guerra Mundial —afectado por el conflicto— se dejó llevar por las imágenes simbólicas. La muestra compone un panorama que anunciaba una nueva visión, muy diferente al exquisito detalle anatómico, desligada de todo lo que se había conocido hasta el momento.

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