La muerte social de las mujeres que quedan viudas en la India

  • Un tercio de la población de Vrindavan son viudas que peregrinan para vivir de luto y en austeridad el resto de su vida.
  • Se rapan la cabeza, se recluyen para meditación y solo comen arroz, pan y lentejas.
  • Si el marido muere, la mujer deja de existir en una sociedad de valores patriarcales

Aferradas a la idea de cumplir con su obligación ante dios, miles de mujeres hindúes peregrinan al enviudar a la ciudad de Vrindavan, en el norte de la India, para pasar el resto de sus días mostrando un luto de austeridad.

Vrindavan o "bosque de albahaca" era hace siglos una zona con abundante vegetación junto al río sagrado Yamuna.

Hoy apenas queda rastro de esa vegetación, el río es un pestilente hilo negro y miles de monos traviesos, cerdos salvajes, vacas y perros callejeros conviven con unos 60.000 habitantes en una urbe anclada en el medievo y que rezuma religiosidad.

Algunas organizaciones estiman que las viudas constituyen entre un tercio y un cuarto de la población de Vrindavan, situada a caballo entre la capital india, Nueva Delhi, y el Taj Mahal de Agra

Son, sobre todo, emigrantes de regiones del este de la India como Bengala u Orissa, que llegaron al lugar atraídas por un nexo espiritual establecido en el siglo XVI por el gurú Chaitanya Mahaprabha, a quien se consideraba una reencarnación de Krishna.

Acuden no solo por un motivo religioso, sino también a menudo por el rechazo familiar, lo que ha convertido a Vrindavan en una cara visible de la discriminación de la mujer en un país con 40 millones de viudas, según el censo de 2001.

"Desde su perspectiva hay que experimentar la viudedad y ser vistas experimentándola", sostiene a Efe Anju Pandey, una responsable del Fondo de Desarrollo de la ONU para la Mujer (Unifem).

Ello implica con frecuencia raparse la cabeza, abstenerse de usar maquillaje y ornamentos, descartar los vestidos coloridos y optar por el blanco.

No todas siguen a rajatabla estos preceptos, pero muchas sí que optan por una austeridad que también abarca los hábitos de relación o la dieta alimentaria, la cual se limita a arroz, pan y lentejas.

Para algunos sociólogos, la viudedad significa de hecho "la muerte social" de la mujer en una comunidad patriarcal en la que se define al sexo femenino en base a su relación con el marido, por lo que si él deja de existir, ella también.

"Si las mujeres son ciudadanos de segunda categoría, las viudas son de tercera", sintetiza la responsable de Unifem.

Pese a la magnitud de su número, las viudas son un colectivo silencioso poco visible por las laberínticas callejuelas de acequias abiertas de Vrindavan.

Devoción religiosa

Algunas mendigan junto a los cientos de templos y deambulan por la ciudad en las horas de poco sol y escasa actividad comercial, pero la inmensa mayoría se recluyen en alguno de los muchos "ashram" (centros de meditación).

En ellos se embuten decenas de viudas que repiten durante horas monótonos cantos devocionales dedicados a Krishna y Rama para obtener unas pocas rupias (centavos de dólar) o un puñado de arroz.

Según un estudio elaborado en 2010 por la ONG Guild of Service con el apoyo de Unifem, las viudas de Vrindavan viven en un ostracismo económico al que contribuyen factores como un alto analfabetismo.

Obtienen algún dinero gracias a la caridad, la venta de artículos como velas y pensiones, aunque las ayudas públicas suelen ser cantidades muy bajas e inaccesibles para la mayoría.

Pese a todo, hay mujeres que creen haber encontrado su sitio en Vrindavan, como Shanti Ado, que lleva diez años en la ciudad.

"Cuando falleció mi marido, como no tenía hijos, mi tío me trajo para estar a los pies de Dios. Me gusta estar en Vrindavan, rezar, voy a quedarme aquí tranquilamente", explica con una sonrisa.

Ado vive con otras 120 mujeres en situación similar en Ma Dham, un centro levantado por Guild of Service, una organización que lucha por la dignidad de este colectivo.

Allí las viudas pasan los días, cada una a su manera, muchas con la mirada perdida y la palabra difusa, y siempre con una gran resignación religiosa.

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