En los cuadros, llenos de actividad y color, hay objetos mezclados, informes, cilíndricos y rosáceos que representan vísceras.

Las escenas las protagonizan figuras deformes, casi bestiales, retorciéndose en paisajes surrealistas y de tonos vivos. Ahmed Alsoudani (Bagdad, 1975) tienen un humor mordaz y morboso al estilo de Los desastres de la guerra de Goya y de las pesadillas expresionistas de Max Beckmann y Georg Grosz.

La galería Haunch of Venison de Londres expone estos días los cuadros del artista iraquí, afincado en Estados Unidos desde los años noventa, cuando

pidió asilo político durante la Primera Guerra del Golfo.

Los dibujos al carboncillo, elaborados de manera enérgica, difuminan la frontera entre dibujo y pintura. La paleta de intensos colores recuerda a los tonos de los altares renacentistas, pero las reminiscencias de Caravaggio se mezclan de una manera sórdida con la experiencia de Alsoudani, que vivió su niñez bajo el régimen de Sadam Hussein y sufrió de cerca la guerra de Iraq.

No hay batallas ni momentos emblemáticos. Entre imágenes de devastación y violencia, sólo existen unos personajes que oscilan entre lo humano y lo grotesco, experimentan miedo y agonía.

La serie de pinturas expuestas en Londres se detienen en la complejidad de la guerra, las atrocidades físicas y psicológicas, sin embargo, el artista hace una precisión: "No trato de hacer pinturas de guerra, sino pinturas sobre la guerra. Estoy más interesado en retratar los efectos del conflicto sobre la gente que vive en esas circunstancias".