La aventura de España en el Mundial acabó como siempre: antes de tiempo y de forma inmerecida. España perdió por 1-3 ante una Francia envejecida que tiró de oficio.
Como siempre, España se va entre lágrimas después de haberse dejado la piel y conseguir un resultado injusto. La suerte no estuvo del lado español, como casi siempre también, pero eso no es excusa.
España no ganó a pesar de ser mejor que Francia. Y eso que al juego español, basado en el toque, le faltó velocidad y precisión a lo largo del partido, lo que facilitó la labor destructiva de los franceses, que se encomendaron a la velocidad de Ribéry y de Henry, muy apagado toda la noche.
La verdad es que Francia no hizo gran cosa más que controlar a Torres.
Lucha encarnizada
A pesar de adelantarnos en el marcador no supimos mantener la ventaja inicial lograda por Villa al transformar un penalti. Ribéry empató pocos minutos antes del descanso. En la reanudación España siguió llevando el peso del partido, pero nunca encontró la tecla para derribar el muro francés. La lucha en el centro del campo era encarnizada.
Sin oportunidades claras para ninguno de los dos equipos, aunque el dominio era de España, el partido parecía encaminarse hacia la prórroga.
Sin embargo, a falta de siete minutos Vieira marcó un gol de cabeza a balón parado. A partir de ahí España se descontroló, perdió el norte. Se desesperó y ya en el descuento llegó el gol de Zidane, que nos remató.
Ironías del destino: nos echó del Mundial aquel al que íbamos a jubilar. Fue el canto del cisne pero se llevó por delante a España, como siempre.
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