"Como siga así tiro el ordenador por la ventana": así son los pensamientos intrusivos que sufren el 80% de las personas

Los pensamientos intrusivos pueden volverse patológicos si nos generan una gran angustia.
Los pensamientos intrusivos pueden volverse patológicos si nos generan una gran angustia.
NIK SHULIAHIN - UNSPLASH
Los pensamientos intrusivos pueden volverse patológicos si nos generan una gran angustia.

El idioma francés nos ha dejado el florido concepto de L'appel du vide, algo así como 'la llamada del vacío'. Es probable que lo hayas experimentado: hace referencia a un impulso fugaz, a la fantasía de saltar que surge, a veces, al asomarnos de grandes alturas.

Este fenómeno es quizás el ejemplo más poético de algo con lo que casi todas las personas lidiamos: los pensamientos intrusivos. Muchas veces, la mayoría, pasan por nuestra cabeza sin que les demos mayor importancia, e incluso los olvidamos en el momento en el que algo más mundano llama nuestra atención. Para algunas personas, no obstante, pueden resultar ubicuos, perturbadores e incluso martirizantes; y es que cuando cobran esa fuerza pueden ser incluso un elemento central en muchos problemas de salud mental.

"El cerebro está siempre en constante producción"

"Las personas podemos llegar a experimentar miles de pensamientos al día. De hecho, se ha llegado a estudiar que podemos tener cerca de 60.000 aproximadamente", explica a 20minutos psicólogo especializado en neurociencia y en trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y trastornos de ansiedad (en los que, como veremos, los pensamientos intrusivos son un elemento importante). "Nuestra rutina está habitada por una inmensa variedad de divagaciones y rumiaciones irrelevantes para nuestro funcionamiento práctico y cotidiano. No todos los pensamientos tienen una funcionalidad concreta", explica.

"Los neurocientíficos afirman que hasta un 50% de nuestros pensamientos pueden ser espontáneos e independientes del estímulo. No podemos dejar de generar pensamientos. El cerebro está siempre en constante producción, y esto tiene una utilidad tanto para la creatividad como para la resolución de problemas", prosigue. "Pero la otra cara de la moneda es que muchos de estos pensamientos espontáneos pueden ser perturbadores, extraños e inquietantes", añade.

De hecho, en este sentido, Camino resalta que el hecho de que un pensamiento no parezca tener una razón de ser en un estímulo externo no significa que lo consideremos intrusivos. Para ello, es necesario un componente más: "Estos pensamientos se caracterizan porque son traídos a nuestras mentes de manera involuntaria, y la mayoría de veces vienen acompañados de contenido desagradable, como ansiedad y preocupación, además de una reiteración en su aparición. Un ejemplo muy común sería algo como 'a lo mejor no valgo lo suficiente como para trabajar en este puesto' o 'puede que no sea lo suficientemente atractivo para los demás'".

"Son el resultado de falta de concentración y ansiedad"

Otra característica es que no parecen tener ninguna utilidad. "La mayor parte de ellos carecen de una función concreta. Más bien al contrario, son el resultado o el origen de falta de concentración y ansiedad, y si no se controlan debidamente pueden derivar en una patología: pueden permanecer en la mente largos periodos de tiempo y ser aún más persistentes cuando tratamos de evadirlos".

"Prácticamente el 80 % de las personas ha experimentado estos pensamientos"

Cuando esto sucede, prosigue el experto, "interfieren de manera considerable con el funcionamiento de nuestra vida cotidiana. Si dedicásemos más de una o dos horas a estos pensamientos ya podríamos empezar a hablar de psicopatología".

"Estos pensamientos se encuentran estrechamente relacionados con el TOC. Sin embargo, no son exclusivos de este trastorno. Las personas que padecen cualquier tipo de trastorno de ansiedad relacionado también puede experimentar pensamientos intrusivos. En otras psicopatologías como los trastornos de conducta alimentaria o el trastorno dismórfico corporal por nombrar algunos pueden manifestarse pensamientos similares. También las personas que no sufran ningún trastorno pueden tener pensamientos intrusivos. Es más, prácticamente el 80 % de las personas ha experimentado alguna vez en su vida este tipo de pensamientos. La diferencia radica en la facilidad que tiene la persona para desecharlos y pasar a otra actividad", desarrolla.

"La mayoría de las personas no realizarían estas acciones"

Incluso, en muchos casos los pensamientos intrusivos pueden horripilarnos, con contenidos que jamás desearíamos siquiera imaginar. Y esto, a quienes lo sufren, puede llegar a hacerles sentir culpables o causarles repulsión. No obstante, la explicación suele ser más anodina, y no radica en que en el fondo de su ser sean monstruos ni nada similar: "A nivel psicológico", arranca Camino, "En ocasiones, no tienen una coherencia lógica y aparecen en nuestra mente de manera repentina, esto es, no siempre siguen un orden específico ni tienen que significar nada en concreto. Muchas personas tienen pensamientos del estilo '¿Y si pego un volantazo y estrello mi coche provocando un accidente?', '¿Y si me acerco demasiado al borde de la terraza y salto desde esta altura?', '¿Y si un día me vuelvo loco y hago daño a mi hijo pequeño?'".

"La mayoría de personas que padecen estos pensamientos no realizarían ninguna de estas conductas", sentencia. "Más bien es al revés. Suelen aparecer estos pensamientos en personas con sentimientos de culpa notables y es por ello que se preocupan por miedo a poder hacerlas. Precisamente es eso lo que les produce ansiedad e inquietud".

Y, como ya señalaba el psicólogo, el contenido no es la característica que determina si estos pensamientos son síntoma de algún problema de salud mental, por violento o sexual que sea. La clave está en el modo en que nos afecta: "Los pensamientos intrusivos con connotaciones desagradables son muy característicos del TOC", dice. "Pero no siempre una persona que los padece necesariamente tiene este trastorno. La población general puede experimentar en ciertos periodos de su vida estos pensamientos y notar que desaparecen más tarde". 

Camino señala que son las condiciones de nuestra vida las que pueden, llegado el caso, provocar que experimentemos estos pensamientos desagradables o perturbadores: "La carga de trabajo, el estrés, carecer de una buena rutina de sueño o de una alimentación saludable pueden ser 'triggers' o disparadores de pensamientos involuntarios que dificultan nuestra estabilidad psicológica. El aislamiento o la falta de relación social también podría provocar la aparición de pensamientos intrusivos".

"Personas con poca predisposición genética pueden empezar a expresar sintomatologías relacionadas"

"Es muy necesario hacerse un pequeño 'chequeo' de vez en cuando y hablar con un profesional, más aún en una sociedad en la que todos vamos a tanta velocidad con exceso de inputs de información. Sin duda, los estándares de exigencia a los que estamos sometidos son determinantes en la aparición de ciertas patologías. Personas con poca predisposición genética pueden empezar a expresar sintomatologías relacionadas, siendo el ritmo de vida un factor de riesgo para su salud mental", añade.

"Lo último que tenemos que hacer es combatirlos"

Para la mayoría de las personas, por tanto, quizás la solución más sencilla sea tan sólo entender qué son y por qué aparecen estos pensamientos, y que no tienen por qué decir que quien los tiene sea violento o peligroso. Pero, si nos hacen sentir mal, merece la pena buscar otras opciones: "Si causan un malestar elevado o nos roban más de una hora al día deberíamos plantearnos hablar con un profesional".

"Imaginemos que tenemos algún pensamiento intrusivo o dos al día del tipo 'le voy a pegar un día a mi jefe' o 'voy a tirar el ordenador por la ventana como siga así'. Este tipo de pensamientos son manifestaciones de emociones que podemos tener a lo largo del día. Entra dentro de la normalidad y surgen de la interacción de millones de neuronas sinaptando constantemente", continúa el experto.

"En cambio, si sentimos que estos pensamientos se quedan como reverberando en nuestra mente o que cuando llegamos a casa siguen ahí, como pegados a nuestro diálogo interno, es cuando deberíamos identificarlos como parte de una sintomatología clínica".

"La literatura científica evidencia que lo último que tenemos que hacer es combatirlos. Rumiar, hacerles caso, o tratar de racionalizarlos no hace más que darles más fuerza y causarnos desgaste. Buscar una distracción puede ayudarnos a no quedarnos enganchados al pensamiento intrusivo. La meditación, la terapia cognitivo-conductual, las relaciones sociales o el deporte son los mejores aliados para darles esquinazo", concluye.

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