La trampa de la positividad tóxica para nuestra salud mental: "Nos hacen creer que podemos con todo"

Los trastornos de ansiedad que pueden derivar si no se tratan adecuadamente en problemas de salud mental más graves también pueden incluirse en esta lista al poder ser realmente incapacitante.
El positivismo tóxico genera una mayor frustración y sensación de culpa.
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Los trastornos de ansiedad que pueden derivar si no se tratan adecuadamente en problemas de salud mental más graves también pueden incluirse en esta lista al poder ser realmente incapacitante.

"¡Tú puedes con todo!". "Si piensas en positivo, atraerás lo positivo". "Querer es poder". "Con actitud todo es posible". "Hoy puede ser un gran día. Sonríe". Estos son algunos de los mensajes que inundan las redes sociales, pero que pueden convertirse en una trampa y afectar al bienestar psicológico.

"Hablamos de positividad tóxica porque parece que ser positivo es algo muy necesario, pero siempre hay que tener los pies en la tierra", explica a 20minutos Silvia Vidal, psicóloga forense experta en relaciones y ansiedad. Entonces, ¿cómo podemos identificar este discurso de la felicidad tóxico y cuál es su impacto en la sociedad?

¿Cómo funciona esta cultura de la positividad?

"Estar feliz es un estado de ánimo, igual que estás triste un día o que otro estás enfadado", añade Silvia Vidal, autora de la cuenta @queridaneurona en Instagram. Por tanto, aclara la experta, el positivismo tóxico es una forma de evitar que nos enfrentemos a las emociones negativas, lo que termina por invalidarlas. Y es que la "industria de la felicidad" trata de "maquillar la realidad" a través de un discurso en el que nos dicen que "con actitud lo consigues todo, y que si no lo consigues es tu culpa", detalla a 20minutos Pablo R. Coca, psicólogo, viñetista e ilustrador creador de Occimorons.

Uno de los efectos más inmediatos detrás de este tipo de mensajes es la frustración, al ser un discurso que va influyendo en la sociedad y que "llega a transformarse en una creencia". No obstante, "enquista problemas de salud mental porque nos hacen creer que podemos con todo", indica Pablo al respecto. "Nos dejan la felicidad en manos de las personas y nos hacen pensar que es una responsabilidad individual", destaca Silvia.

Por tanto, advierte Pablo, se trata de una "cultura individualista" en la que "no tenemos estas fortalezas mentales de las que tanto hablan, por lo que tenemos que trabajar más en nosotros mismos para conseguirlas llegando al límite de no sentir emociones como el miedo, la queja o la frustración"

"Pensar que tengo todo, pero no soy feliz. Tenemos trabajo, amigos, pareja, pero no nos sentimos felices". ¿Qué ocurre entonces? Empiezan a aparecer problemas de estrés, ansiedad o angustia porque "crees que no sabes valorar las cosas, que eres una exagerada", advierte Silvia.

"No debes sentirte culpable si tienes todo en tu vida y no sientes esa felicidad".

Un discurso que ejerce una gran presión en la sociedad y puede ser realmente dañino. "La industria de la felicidad es poderosísima, lucrativa e influyente", destaca en una entrevista para 'El País' el doctor en psicología y coautor del ensayo 'Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas', Edgar Cabanas. El investigador y profesor de psicología argumenta que lo que hay detrás de todo esto es "mucha sensación de culpa" porque "si lo que te ofrecen es la idea de que la felicidad es una elección personal, te están diciendo que cualquier sufrimiento que tengas como la ansiedad o la depresión es culpa tuya. No hay autoayuda para problemas estructurales y colectivos", añade en la entrevista.

"Evitamos, nos sentimos culpables y nos frustramos"

En este punto es importante entender, explica Silvia, que la felicidad no es un objetivo, no es una forma de vida, sino un estado emocional, por lo que tenemos que empezar a normalizar y validar todas las emociones. "Un día puedes sentirte muy triste y otro día feliz. Y está bien. No debes sentirte culpable si tienes todo en tu vida y no sientes esa felicidad"

El positivismo tóxico puede derivar en conductas de evitación al silenciar los pensamientos negativos. "Evitamos, nos sentimos culpables y nos frustramos porque queremos evitar algo que es inevitable y aquí está el juego macabro", asegura Pablo. Un mensaje muy claro es en el que te dicen que "si piensas en negativo, te pasarán cosas negativas", lo que nos crea "una situación de ansiedad" porque, además, no se tiene en cuenta el contexto o los factores externos. "Antes creía que todo estaba en mi mente, no era capaz de ver que no todo es maravilloso y que depende del contexto, que no todo depende de mí".

"Creo que hay una desesperanza en cuanto al futuro que no se está sabiendo abordar".

Una situación que está afectando cada vez más en los más jóvenes, sobre todo tras el estallido de la pandemia. "Creo que hay una desesperanza en cuanto al futuro que no se está sabiendo abordar y que está causando bastante frustración, ansiedad y, sobre todo, el hecho de no tener un proyecto de vida".

Por qué hay que normalizar todas las emociones

El primer paso para deshacer este tabú es comenzar a entender que "todas las emociones que no son la felicidad también tienen su espacio y su función, y eso es lo que nos hace humanos", comenta Pablo. Uno de los problemas, según Silvia, es que se intente mercantilizar la felicidad. "Te venden un pack especial para que seas feliz. La felicidad no está en esto, sino en los pequeños momentos y en hacer una introspección para saber lo que realmente nos gusta y lo que no". 

De lo contrario, aparecerán sensaciones como la culpabilidad "por no sentir esa felicidad después de haber comprado o hecho lo que te decían". Existen multitud de situaciones en las que "es imposible sentir que todos los ámbitos de la vida están bien", como ha ocurrido con la pandemia o como consecuencia de padecer una enfermedad o de la precariedad.

Al final se produce una sensación de no poder expresar lo que sientes, argumenta Pablo, y una de las causas es que "no tenemos una educación emocional que nos explique cómo gestionar nuestras emociones". Así, una de las principales recomendaciones radica en permitirte "sentir todo tipo de emociones", en acompañarte y validarte "en vez de castigarte", apunta Silvia, quien añade que hay que saber lo que está en nuestras manos y lo que no, y "buscar ayuda profesional si se alarga en el tiempo". 

Diferenciar el positivismo tóxico de una actitud positiva

Estar dispuestos a aprender de las experiencias, a sentir cuando estemos mal y tratar gestionarlo de la mejor manera posible siendo objetivos. Mantener una actitud positiva es un acto "ligado a una realidad" en función de las circunstancias.

"Estás validando ese momento. Por ejemplo, si te encuentras mal un día y te pones una película para sentirte mejor". En cambio, una actitud tóxica sería el hecho de "decirte a ti misma que no puedes permitirte tener un día malo y niegas los problemas", señala Silvia. Este tipo de actitud, con el tiempo, es imposible. "Te lleva a un agotamiento profundo porque no somos robots, somos humanos, y es inviable porque te engañas".

En este sentido, cultivar el autocuidado es necesario, siempre y cuando no se convierta en una obligación. "Si por ejemplo nuestro autocuidado es hacer deporte al llegar a casa, pero un día no nos apetece porque estamos muy cansados, no pasa nada", explica Pablo. El punto está en que "no tenemos por qué sentirnos mal" porque tenemos que sentirnos cómodos. 

Cómo evitar esta positividad tóxica 

¿Ejercemos este tipo de presión o toxicidad hacia otras personas? El primer paso es "validar lo que la otra persona está sintiendo", recomienda Silvia. Si una persona te expresa lo que siente, hay que dar la importancia que se merece a sus sentimientos y ver "si estás aceptando su malestar o estás intentando cambiarlo". 

Por tanto, tenemos que tratar de transformar frases hechas como "no te agobies", "no te preocupes, hay cosas peores en la vida", "mira el lado positivo", "no es para tanto" o "no deberías ponerte así", por un "te entiendo, aquí me tienes para lo que necesites" o "¿qué puedo hacer?". En definitiva, no invalidar emocionalmente a la otra persona, aunque no sea intencionado, permitir que se exprese y mostrar nuestro apoyo.

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