Entre el año y el año y medio de edad los niños empiezan a realizar sus primeros garabatos. Aunque a los padres les encantan esas primeras manifestaciones artísticas y pueden llegar a decorar la nevera o algún que otro rincón de la casa con ellos pocos saben realmente de la importancia que van a tener en su desarrollo y aprendizaje futuro.
Pero, ¿por qué son cruciales en la vida de los pequeños estos trazos tan simples y básicos? Pues porque surgen en un periodo (los primeros tres o cuatro años del niño) que será determinante en su evolución posterior durante la etapa escolar. Con ellos comienzan a desarrollar su creatividad, a expresar lo que sienten, a fomentar su autonomía, y adquirirán también una habilidad previa a la escritura.
Además, entre ese primer año de edad y los tres o cuatro los garabatos evolucionan (no olvidemos que son el paso previo a la etapa del dibujo preesquemático) y pasan por tres fases que se denominan: garabatos descontrolados, garabatos controlados y garabatos con nombre. Las descubrimos a continuación:
El garabato desordenado o descontrolado
Esta primera etapa del garabateo se caracteriza por:
- El niño realiza garabatos desordenados o descontrolados. Se trata de una mera descarga motora y una etapa de familiarización con el medio, con trazos sin ningún orden ni sentido.
- No hay una coordinación cerebro-ojo-mano, de hecho, muchas veces el niño puede mirar hacia otro lado o estar pendiente de otra cosa mientras garabatea.
- Como no posee ese control visual sobre su mano y sus dedos, realiza los trazos moviendo el brazo desde el hombro y, a veces, moviendo todo su cuerpo. Suele ejercer mucha presión sobre el papel y es frecuente que se salga de él.
- El niño no tiene intención de plasmar en el papel nada de lo que ve y lo que dibuja no tiene ningún sentido lógico, por lo tanto, el garabato en esta fase no tiene una función representativa sino que está basada en el desarrollo físico y psicológico.
- Estos trazos incontrolados le producen placer y disfrutan muchísimo con el movimiento que realizan al hacerlos. Para ellos es una actividad completamente natural, uno de sus primeros medios de expresión después del llanto y un momento fundamental que marcará su evolución psicológica y fisiológica.
- Es un buen momento para que el niño se familiarice con los distintos materiales: ceras, rotuladores, lápices de colores, hojas de papel, cartón...
El garabato controlado
- Esta etapa dura aproximadamente hasta los tres años.
- Los dibujos del niño se van ‘perfeccionando’. Descubre que hay relación entre el movimiento que realiza y los trazos que aparecen en el papel. Comienza el control visual sobre los trazos que realiza (lo motriz) y, por extensión, el dibujo comienza a estar controlado.
- En apariencia no hay grandes diferencias entre los trazos de esta etapa y la anterior, sin embargo, el control adquirido por el niño va a suponer un cambio enorme y radical en su desarrollo.
. - A la sensación tan agradable que le producen los movimientos se une la satisfacción de darse cuenta de que empieza a dirigir su mano (integración visual-motriz). Por lo tanto en esta etapa su gusto por el garabateo aumenta considerablemente y se convierte en algo estimulante. El papel del adulto para incentivarle en estos momentos será también fundamental.
- Hay evolución en los trazos: son el doble de largos, aparecen nuevos colores, empiezan a llenar páginas enteras con ellos, a copiar algunas formas como el círculo...
- Se inicia la intención representativa. Intentará reproducir algo que piensa o que ha visto aunque al adulto le costará identificar lo que garabatea. En ocasiones él mismo anticipa lo que va a dibujar.
El garabato con nombre
- Empieza aproximadamente a los tres años y se extenderá hasta los cuatro.
- En esta etapa el niño ya cuenta con un mayor dominio motor y es capaz de representar lo que ve (a su manera). Lo más importante es que empieza a dar nombre a sus garabatos (lo cual es importante porque significa que su pensamiento está cambiando). El pensamiento kinestésico de las dos etapas previas se transforma en un pensamiento imaginativo.
- Tras las fase anteriores el garabato adquiere una intención. El niño adquiere la habilidad de pensar qué quiere dibujar y de reflejar lo que observa así como sus propios sentimientos y sensaciones.
- El pequeño ya es completamente consciente de que sus dibujos son una forma de expresión y de que genera una respuesta en los adultos por lo que sigue siendo importante que los mayores potencien su creatividad y libertad para explorar sin juzgar lo que hace o intentar buscar un sentido literal a lo que dibuja.
- Sus garabatos se perfeccionan: dedica más tiempo a representar las formas, empieza a elegir los colores con intención, los trazos circulares y longitudinales evolucionan hacia formas más reconocibles... En definitiva, explora todas las posibilidades que le ofrece el garabateo.
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