Una de las preguntas importantes que tendríamos que hacernos durante nuestra vida es ¿Cómo nos relacionamos con nosotros mismos? Esta relación es igual a la que desarrollamos con otra persona: puede ser una relación de cariño y cuidado o puede ser una interacción crítica y exigente, incluso despótica. Siempre me ha impresionado hasta dónde llegamos los seres humanos en nuestra lucha contra nosotros mismos.
Dr. Javier García Campayo
- Catedrático de Psiquiatría. Universidad de Zaragoza.
Los insultos, ejemplo de autocrítica feroz
Cuando algunas personas me cuentan las autocríticas que se realizan, he preguntado: “¿Alguien le ha insultado alguna vez de esta manera?”.
“Nunca” – suelen responderme – “si lo hiciesen, dejaría de relacionarme con ellos”. Y suelo interrogarles: “¿Y por qué no corta la relación con esa voz que le trata tan mal?”. No espero respuesta, sólo es una invitación a reflexionar. En vez de ser nuestros peores enemigos, tendríamos que convertirnos en nuestros mejores amigos, ya que siempre vamos a estar con nosotros mismos hasta que fallezcamos.
El origen de esta posición autodestructiva
¿Cuál es el origen de este diálogo tan destructivo? No es un tema genético, sino aprendido. Surge en base al discurso que hemos oído en los primeros años de nuestra vida, generalmente, a padres y cuidadores. No se trata de buscar culpables, sino soluciones. Nuestros padres hicieron lo mejor que supieron.
Cuando eran exigentes con nosotros pensaban que esa actitud era imprescindible para alcanzar el éxito en la vida. Sin embargo, los estudios demuestran que no es así: las personas cariñosas consigo mismas, que se tratan bien, acaban funcionando mejor en la vida y siendo más felices que las personas autoexigentes y perfeccionistas. Esa autodemanda continua genera un estrés insoportable, que facilita la aparición de ansiedad y depresión a largo plazo.
Y, aunque pueda parecer contraintuitiva, las personas perfeccionistas no son más exitosas, porque el miedo al fracaso les paraliza y dedican mucho más tiempo que otros para realizar cualquier actividad, porque necesitan que esté perfecta.
Consejos para tener una relación cariñosa
Algunas recomendaciones para generar una relación más cariñosa son:
1. Utilizar con nosotros nuestro nombre cariñoso. Es la forma como nos llaman amigos y padres desde siempre. Es un diminutivo afectuoso. Yo me llamo José Javier, pero mis amigos me llaman Javi.
2. Nunca insultarse ni criticarse. Es inútil, no ayuda a crecer, sino que disminuye nuestra autoestima. Cuando la vida nos genera sufrimiento, no debemos producirnos más malestar insultándonos. Lo que haríamos con un amigo es consolarle. Lo mismo tendríamos que hacer con nosotros mismos.
3. Abrazarnos y acariciarnos: Es lo que hacemos con nuestros seres queridos, mascotas incluidas, cuando se sienten mal. El contacto físico calma. No lo utilizamos porque nos parece absurdo, pero la psicología recomienda que lo hagamos frecuentemente, y no solo cuando las cosas vayan mal.
4. Ponernos metas realistas en la vida, no exigirnos lo imposible. Lo importante es ser feliz y hacer felices a los demás. Si somos autoexigentes lo seremos también con nuestras personas queridas, extendiendo la plaga del perfeccionismo y la autoexigencia, una de las principales causas de sufrimiento.
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