Beneficios del parto vaginal y diferencias con la cesárea

Una madre sujeta a su bebé en una imagen de archivo.
Una madre sujeta a su bebé en una imagen de archivo.
GTRES
Una madre sujeta a su bebé en una imagen de archivo.

A la hora de dar a luz, es normal que las madres se pregunten sobre las diferentes formas de hacerlo y cuál es la más óptima para su caso concreto. Específicamente, suelen generar dudas las diferencias entre el parto vaginal y la cesárea.

Eso sí, lo primero que hay que aclarar es que es una decisión que no compete a la madre, sino que normalmente será responsabilidad del médico especialista que realiza el seguimiento del embarazo. Los criterios a tener en cuenta serán las características de la madre, del bebé y las circunstancias que rodeen el embarazo y el trabajo de parto.

Parto vaginal

El parto vaginal, como su nombre indica, es aquel en el que el bebé sale del vientre materno a través del orificio vaginal, al margen de si se utiliza anestesia epidural o no.

En principio, se trata de un proceso doloroso, ya que es necesaria una gran dilatación de la vagina y se producen las características contracciones uterinas. Sin embargo, permite que la madre esté consciente en todo momento y vea al bebé nada más nacer.

Tiene una serie de ventajas respecto a la cesárea: la principal de ellas es que no conlleva una intervención quirúrgica, por lo que los riesgos son menores. Por ello, suele ser la opción 'por defecto', si no hay ningún motivo que aconseje la cesárea.

Además, el periodo de recuperación es más rápido y menos doloroso, hay una menor pérdida de sangre, menos riesgo de infecciones en el tracto urinario o en el endometrio, una mejor oxigenación del bebé, una estimulación de los sentidos del bebé y una mayor estimulación de la producción de oxitocina en la madre, lo que a su vez favorece la lactancia y la formación de un vínculo emocional con el bebé.

De la misma forma tiene algunos inconvenientes: el dolor que mencionábamos previamente, un mayor riesgo de desgarro del perineo, la posibilidad de necesitar episiotomía (corte vaginal), riesgo de sufrir incontinencia urinaria postparto o disfunción sexual y una mayor duración del trabajo de parto.

Parto por cesárea

Por el contrario, en el parto por cesárea, el bebé sale del vientre materno a través de un corte realizado en el útero de la mujer y a través del abdomen. Se trata de una intervención quirúrgica mayor, con los riesgos que ello trae asociados.

Tiene algunas ventajas respecto al parto vaginal, que son las que lo hacen más apropiado en algunos casos concretos. Particularmente, evita por completo el dolor gracias al uso de anestesia; el tiempo necesario para la intervención es mucho menor que el que lleva un parto vaginal; si se programa, permite saber con exactitud el momento en el que va a nacer el bebé; el riesgo de complicaciones para el bebé es menor y no hay trauma en la zona urogenital, con lo que el riesgo de incontinencia urinaria o disfunción sexual es menor.

A cambio, tiene inconvenientes: los riesgos habituales en todo procedimiento quirúrgico de infección y daño a otros órganos, una recuperación posparto más dolorosa y lenta (entre 4 y 8 semanas), no se estimulan los sentidos del bebé durante el parto, no se genera oxitocina (con lo que la adaptación a la lactancia puede resultar más complicada), dificulta caminar tras el egreso hospitalario, tiene un 'límite' (se desaconseja tener más de tres partos por cesárea), es necesario esperar al menos un año para el siguiente embarazo, y aumenta el riesgo de ruptura uterina en futuros partos vaginales.

Una decisión médica

Como decíamos, no obstante, debe ser el médico quien decida que opción es la más adecuada en cada caso.  Por ejemplo, existen ciertas condiciones particulares en los que los riesgos de la cesárea son menores para el bebé que los del parto vaginal.

Por ejemplo, se considera indicada la cesárea cuando el bebé venga de nalgas, trasversal u oblicuamente; cuando exista placenta previa, cuando exista macrosomía fetal, cuando haya alguna infección activa en el canal de parto, cuando la madre se haya sometido a dos cesáreas previas, en las gestaciones múltiples, en ciertos casos de alteración del crecimiento, cuando haya una detención de la dilatación o del descenso fetal, cuando exista desproporción céfalo-pélvica o cuando exista una patología aguda grave por la que peligre la vida de la madre o del bebé.

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