Las mascarillas acentúan el trastorno dismórfico corporal en adolescentes: "Quitarla de golpe puede generar ansiedad intensa"

Ha sido uno de los productos estrella en los últimos años y ha habido mucha duda sobre cómo se debe reciclar. La respuesta es que deben ir a la basura normal, es decir, el cubo de restos.
Una mascarilla.
Pixabay/Alexandra_Koch
Ha sido uno de los productos estrella en los últimos años y ha habido mucha duda sobre cómo se debe reciclar. La respuesta es que deben ir a la basura normal, es decir, el cubo de restos.

La adolescencia, con todos los cambios fisiológicos que trae aparejados, puede ser una etapa llena de inseguridades sobre el propio aspecto. Por supuesto, esto es normal; sin embargo, hay muchos jóvenes a los que esta preocupación se les torne en malestar.

Estos adolescentes han encontrado un aliado inesperado en los últimos dos años: la mascarilla, que tan útil ha sido para controlar la expansión del coronavirus, constituye también para las personas con inseguridades una barrera que oculta el rostro.

Pero la progresiva normalización de la situación epidémica ha traído una importante relajación de las restricciones, incluyendo los supuestos en los que la mascarilla es obligatoria. Ahora, ya no es necesario llevarla siquiera en interiores.

"Son dificultades psicológicas que generan malestar"

Hay un caso particular por el que las personas, y especialmente los adolescentes pueden querer aferrarse a la mascarilla: el trastorno dismórfico corporal.

Tal y como explica a 20Minutos Iván Chamizo, psicólogo clínico del Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) los límites de este problema son complejos: "Históricamente", señala, "los manuales diagnósticos han definido el trastorno dismórfico corporal como la preocupación sobre imperfecciones percibidas en el aspecto físico que no se observan de forma objetiva por el entorno".

"Esta definición", prosigue, "no explica porqué aparecen estas dificultades ni mucho menos por qué se mantienen, que es lo importante a la hora de abordarlas clínicamente. Por eso es más adecuado hablar de ellas como lo que son: dificultades psicológicas que se presentan de forma diferente en cada individuo y que generan un malestar clínicamente significativo".

Esto puede llevar a una serie de conductas de evitación en las que es sencillo entender el papel que ha tomado la mascarilla. "Si no me gusta mi cara", ejemplifica el experto, "y con el objetivo de aliviar el malestar, probablemente pondría en marcha conductas como evitar mostrar mi rostro, evitar quedar con otras personas o acudir a lugares concurridos. A corto plazo, producen sensación de alivio y control sobre la situación; pero a largo plazo fomentan el mantenimiento del malestar y otras consecuencias desagradables".

"En este sentido", dice "la pandemia ha limitado numerosas conductas sociales con otras personas y ha dificultado otras como puede ser la expresión emocional a la hora de llevar mascarillas".

"Retirar la mascarilla puede provocar ansiedad"

Esto se vuelve especialmente pronunciado durante la adolescencia. "La adolescencia es una etapa de la vida en la que suelen aparecer con mayor frecuencia las comparaciones con los iguales", desarrolla Chamizo, "ya que es una conducta que es útil para formar la identidad de los adolescentes. El aspecto físico suele ser uno de los ámbitos que más importancia suele cobrar en estas edades y más comparaciones suele generar".

Por eso puede ser más común que se refugien en la mascarilla, ya que aliviaría en parte la ansiedad derivada del trastorno. "Las personas que presentan dificultades con su imagen corporal (en este caso, con su aspecto facial), suelen experimentar un alto nivel de malestar o ansiedad. Por eso, frente a una situación en la que tengan que exponerse públicamente, lo más probable es que eviten enfrentarse a ella. A largo plazo, esto provoca niveles cada vez más altos de ansiedad al enfrentarse a la misma situación".

Ante esto, unos padres que encuentren que su hijo padece estos problemas de imagen podrían pensar que evitar que caiga en esa tendencia a la evitación, por ejemplo limitando desde la familia o la clínica el uso de las mascarillas al exponerse en público, ayudaría a no empeorar el malestar en el largo plazo.

Sin embargo, advierte el psicólogo, "hay que evaluar muy bien las conductas de cada persona para entender la función de las mismas y conocer el procedimiento adecuado para atajarlas", razón por la que  prohibirles o incitarles a no usar la mascarilla puede no ser lo más adecuado: "Retirar las mascarillas de forma repentina puede generar niveles muy intensos de ansiedad que dificultarían el problema".

"Hay que validar las emociones de los adolescentes"

Así, expresa Chamizo, se debe buscar una estrategia por la que los adolescentes que estén empleando la mascarilla como conducta evitativa en el contexto de un trastorno dismórfico corporal asuman niveles de ansiedad de forma progresiva.

Para ello, es fundamental en un primer lugar dar la importancia debida al problema. "El entorno de los adolescentes, en algunas ocasiones y con la mejor intención, suele restar importancia a las dificultades sobre la imagen corporal", apunta. "Comentarios como '¿cómo puedes decir eso?' o '¡no digas tonterías, tienes una cara muy bonita!' pueden emitirse con la intención de animar al/la adolescente, pero en realidad suponen una consecuencia desagradable para la expresión emocional de estos. Es decir, de forma involuntaria se estaría castigando que los adolescentes cuenten cómo se sienten y qué les ocurre".

"Por otro lado, a veces, se tiende a comparar a los adolescentes con sus iguales con el objetivo de devolverles que están equivocados sobre sus preocupaciones. Esto no hace sino fomentar la conducta de comparación en estas edades y, además, incrementar el malestar asociado a ellas", prosigue. 

"En este sentido, sería adecuado validar su malestar y sus dificultades, teniendo en cuenta sus opiniones y animando a la persona a acudir a servicios de asistencia psicológica donde puedan abordar su caso ofreciendo pautas lo más ajustadas posibles", añade.

"Ante todo, es importante validar sus emociones y ofrecerles una visión realista de lo que les ocurre, es decir, presentan una dificultad psicológica que puede ser normal en estas edades y que puede haberse incrementado por la situación de pandemia en la que vivimos. El mejor consejo posible es que, si lo necesitan, acudan a un servicio de asistencia psicológica para abordar estas dificultades psicológicas cuando les están generando un malestar muy intenso", concluye.

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