La paradójica relación entre comer pescado y el cáncer de piel

Mejora la circulación y además el organismo lo absorbe fácilmente, desterrando la posibilidad de tener digestiones pesadas. El descanso está garantizado.
Mejora la circulación y además el organismo lo absorbe fácilmente, desterrando la posibilidad de tener digestiones pesadas. El descanso está garantizado.
Pixabay/cattalin
Mejora la circulación y además el organismo lo absorbe fácilmente, desterrando la posibilidad de tener digestiones pesadas. El descanso está garantizado.

El pescado es una parte fundamental de la alimentación de muchísimas personas en todo el mundo. Se considera un alimento por lo general muy sano, un aporte de proteínas y grasas saludables, y es un elemento central en algunas dietas muy recomendables, como la mediterránea, la japonesa o la nórdica.

Con todo, un exceso de pescado también podría ser perjudicial. Y es que un gran estudio, llevado a cabo con datos de más de medio millón de personas ha encontrado que las personas que comen más pescado que el equivalente a media lata de atún diaria tienen un riesgo un 22% mayor de desarrollar melanoma maligno, una forma de cáncer de piel.

Un estudio de gran población

Tal y como publican los autores en el medio especializado Cancer Causes & Control, la investigación encontró que hay una correlación, pero no necesariamente una relación causal. Por ello, subrayan que no se debe evitar consumir pescado en base a estos resultados.

No sólo eso, sino que afirman que aún si se demostrase que existe esa relación causal entre ambos fenómenos, los riesgos de no consumir pescado seguirían siendo mayores que los potenciales beneficios de evitarlo.

Con todo, sí que argumentan que una relación tan sólida en un estudio con una población tan amplia es digna de consideración y de profundización. Particularmente, sugieren que se observe el rol que juegan aquí los contaminantes presentes en el pescado.

El papel de los contaminantes

De hecho, se sabe que ciertas toxinas en nuestro entorno, incluyendo algunas que se sabe que son directamente carcinógenas (como los metales pesados), se acumulan en la cadena alimentaria. Por ejemplo, el mercurio emitido en los procesos industriales acaba en las fuentes de agua, donde es transformado en metilmercurio por la acción de ciertos microorganismos. Este mercurio luego es absorbido por el plancton, se acumula en los tejidos de los crustáceos que se alimentan de ese plancton, posteriormente en los de los peces que se alimentan de esos crustáceos y así sucesivamente.

Este no es el único caso: se han detectado en los peces otros contaminantes como los bifenilos policlorados, las dioxinas o el arsénico. Todos estos, creen los firmantes del trabajo, pueden estar contribuyendo al aumento del riesgo de padecer cáncer cutáneo en las personas que comen demasiado pescado.

Una relación linear

Al margen de las posibles causas, la relación entre ambos  fenómenos era linear (a más consumo de pescado, mayor incidencia de cáncer) y fue consistente incluso ajustando varios factores de estilo de vida y demográficos, como pigmentación del cabello, historial de quemaduras solares o cantidad de lunares.

Los autores destacan, no obstante, la importancia de no perder de vista las medidas preventivas actualmente recomendadas: en este sentido, recuerdan que la exposición a la radiación ultravioleta continúa siendo el principal factor de riesgo del cáncer de piel.

Referencias

Li, Y., Liao, L.M., Sinha, R. et al. Fish intake and risk of melanoma in the NIH-AARP diet and health study. Cancer Causes Control 33, 921–928 (2022). https://doi.org/10.1007/s10552-022-01588-5

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