
No nos engañemos: el pollo asado pertenece a esa lista de comidas que casi siempre quedan mejor fuera de casa que en nuestra cocina. Y tiene su lógica, porque los hornos profesionales y, sobre todo, los asadores de pollo -por algo se llaman así, ¿no?- están pensados especificamente para este tipo de tareas.
Pero tampoco hay que tenerle miedo a un pollo asado casero, por mucho que el horno siempre suscite un montón de preguntas sobre cuál es la mejor temperatura, si hace falta o no ventilador, dónde colocamos la bandeja...
Primera lección: cada horno es un mundo y las temperaturas teóricas están muy bien, pero no siempre son reales. Así que lo mejor es ir probando hasta cogerle el punto exacto al nuestro.
En cualquier caso, para el pollo asado la respuesta rápida es bastante sencilla: precalentamos el horno y lo ponemos a una temperatura de entre 180 y 200 grados, con la bandeja en medio, calor arriba y abajo, y el ventilador -si tenemos- conectado, pero teniendo en cuenta que nos dará una pieza más tostada pero también acelerará el asado, así que mejor vigilar de cerca.
De todos modos, vamos a ver tres métodos diferentes para asar un pollo en casa jugando con las opciones del horno y sus temperaturas.
Método de alta temperatura
Precalentar el horno a todo lo que dé, y asar el pollo a esa temperatura (200 o 220 grados) durante 10 o 15 minutos con la bandeja a media altura. Después, reducir la temperatura a 175º y calcular 20minutos por medio kilo. Con este calculo, un pollo de 2 kilos debería estar 80 minutos. Damos la vuelta al pollo a mitad de proceso. Ese primer golpe de calor fuerte es similar a lo que ocurre en las brasas: sellamos la carne, con lo que retenemos jugos para tener un resultado más tierno y una carne menos seca.
Método tradicional
El que ya hemos comentado. Precalentar el horno a 180 grados y mantener esa temperatura constante, durante unos 20 minutos por medio kilo de peso de la pieza. Al final, dejamos unos 15 minutos más, siempre comprobando el color de la carne mediante un corte en la pechuga, y fijándonos en si el jugo es claro (está listo) o de color rosado (le queda un poco). Si tenemos un termómetro para carnes, la temperatura interior deberá rondar los 75 grados cuando ya esté asado.
A baja temperatura
Para los que se animen a probar algo nuevo, el chef Heston Blumenthal propone un método de asado a baja temperatura. Si tenemos una de esas ollas de baja temperatura, perfecto, pero también podemos hacerlo en el horno convencional.
Precalentamos a 90 grados y colocamos el pollo en la rejilla, con una bandeja debajo para recoger los jugos. Podemos aprovechar también pasar asar unas patatas o verduras. Lo asamos durante unas 4 horas, comprobando -si tenemos termómetro- que la temperatura interna de las pechugas es de unos 60 grados.
Sacamos el pollo del horno, lo dejamos reposar unos 45 minutos y lo volvemos a meter en el horno, ahora sí, a temperatura máxima durante unos 10 minutos para conseguir que se dore el exterior.
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