¿Cerrarán el 75% de los restaurantes? Evidentemente no, pero ojo con los precios

Un camarero atiende a una mesa en las Ramblas en Barcelona.
Un camarero atiende a una mesa en las Ramblas en Barcelona.
DAVID ZORRAKINO / EP
Un camarero atiende a una mesa en las Ramblas en Barcelona.

Ocurre como con aquella fábula del lobo: tanto gritar que venía cuando no era cierto que cuando de verdad se le ven las orejas pocos lo creen. Las quejas del sector hostelero son ya parte del paisaje informativo habitual: algunas lógicas y razonadas, otros cansinos lamentos liberales.

El caso es que nos hemos vuelto inmunes a los titulares tremendistas sobre el tema. Y los 200.000 trillones que se supone que la norma sobre ahorro energético va a hacerles perder no ayudan a mejorar la credibilidad, la verdad.

Así que al escuchar al economista Santiago Niño-Becerra decir que el 75% de los restaurantes tendrán que cerrar a corto o medio plazo es imposible evitar el bostezo de incredulidad. 

Por mucho que se le atribuya cierto grado de aciertos con crisis anteriores, es evidente que 3 de cada 4 bares o restaurantes que conocemos no van a cerrar. Basado en sentido común y hemeroteca, que es bastante más que lo que aporta Becerra para otro de esos análisis apocalípticos que tan bien se venden en tertulias.

Pero más alla de estas cifras basadas en nada, es evidente que la hostelería tiene por delante unos meses complicados. Como toda la economía y la sociedad, cierto. Pero las barras de los bares y las mesas de los restaurantes son siempre un buen escaparate de lo que pasa o podría pasar.

Cuesta imaginarlo teniendo en cuenta lo aparentemente complicado que era encontrar mesa en muchos lugares este verano. Y la falta de personal para hacer frente a esta demanda estival, tal y como hemos podido leer cada día desde hace meses.

Los precios

Pero más allá del titular, son muchos los cocineros y empresarios que hablaban paralelamente de la inestabilidad e imprevisibilidad de este aparente éxito. Días llenos, días flojos y, lo que es peor, sin llegar a entender la dinámica exacta que permita planificar o entender lo que hay y lo que viene. ¿Nos hemos gastado todo en verano como si se acercara el fin del mundo? 

No hace falta ponerse así de dramática, pero los precios van a ser más clave que nunca. Hace ya mucho que se repite un mantra: la gente quiere saber lo que va a gastar. De ahí la creciente apuesta por menús a precio cerrado -más allá del menú del día- que puede ser clave en tiempos inciertos. El cliente evita sustos, el hostelero puede afinar más sus cuentas.

Con los costes fijos disparados y sin pinta de frenar, el producto también mucho más caro, no hace falta ser un agorero como Niño Becerra para asumir que los precios de menús y cartas tendrán que adaptarse. O las raciones, como ya han hecho muchos supermercados aplicando eso de la reduflación.

Comentaban algunos en un interesante artículo publicado hace unos días en Cadena SER que el problema está en la gama media. Los tickets más ajustados y la alta gastronomía se resentirían menos, pero esas cuentas de 80 euros por persona un día tonto cualquiera son las que más pueden sufrir cuando las cosas se compliquen.

O no, porque igual tampoco esta vez viene el lobo. En realidad da la sensación de que algunos les da igual y ya tienen preparados los carteles de salvemos la hostelería. En realidad, nunca los han llegado a guardar.

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