Las patatas bravas -¡Una de bravas!- es un clásico de los bares de toda España. Son muy nuestras. De hecho, en un estudio mundial sobre patatas de 2008, la ONU describió las patatas bravas como un plato típicamente español.
Parece que su origen (más o menos documentado) está en Madrid. Dos establecimientos ya desaparecidos que, hoy en día, se disputan la invención de las patatas bravas: Casa Pellico y La Casona. Ambos empezaron a servirlas hacia 1960.
Pero nada nace de repente, por generación espontánea. Los expertos aseguran que es posible que la receta fuera más antigua y que ya se consumieran patatas bravas por lo menos en el siglo XIX.
Hoy son más que modernas. Frente a otras preparaciones del recetario clásico español, las bravas tienen la ventaja de ser aptas para veganos y vegetarianos. Eso sí, hay con la salsa de las bravas un error frecuente: que se hace con tomate.
Está claro que hay muchas versiones y algunas con tomate, pero no, no hace falta. Dicen que, de hecho, la receta original de la salsa brava no incluye tomate.
Salsa brava sin tomate
Ingredientes
Cebolla (1)
Ajo (2 dientes)
Guindillas (2)
Pimentón picante y dulce
Harina (30 gr)
Vinagre de Jerez
Aceite de Oliva
Agua (1 litro)
Sal
Elaboración
Picamos el ajo y la cebolla muy finos.
En una sartén con un chorro de aceite de oliva, pochamos ajo y cebolla, con una pizca de sal.
Cuando esté, añadimos las guindillas y la harina. Removemos.
Después, el pimentón (entre picante y dulce, como nos guste) y un chorrito de vinagre. Mezclamos bien.
Vamos echando agua y removiendo.
Subimos el fuego y cuando hierva lo bajamos al mínimo.
Dejamos que la salsa se haga sin prisa durante una hora (iremos echando agua si nos lo pide).
Trituramos y corregimos de sal.
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