'Thor: Love and Thunder': análisis de la película con rayos, truenos y SPOILERS

El reencuentro de Chris Hemsworth y Natalie Portman mejora con mucho los resultados de 'Ragnarok'.
Nuevo tráiler de 'Thor: Love and Thunder'
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¿Qué ha pasado en las oficinas de Marvel durante estos últimos meses? ¿Se ha presentado Galactus en recepción preguntando qué hay de lo suyo? ¿Han recibido los mandamases de Disney unos whatsapps firmados por el Doctor Muerte? ¿Ha reemplazado un skrull a Kevin Feige, acaso? Cualquiera sabe, pero el estreno de Thor: Love and Thunder confirma que la Casa de las Ideas atraviesa momentos raros, raros. O rarísimos.

Porque, con el regreso de Taika Waititi a las aventuras del Dios del Trueno, la Casa de las Ideas ha batido un récord tristemente poco habitual en su filmografía reciente. Sumando este estreno al de Doctor Strange en el multiverso de la locura, ya van dos películas seguidas en las que el estudio rompe su adocenamiento de los últimos años para entregar trabajos 'distintos' y (¡oh, prodigio!) con personalidad propia. 

Tras un muermo como Eternals, cualquiera diría que las dos siguientes 'películas Marvel' iban a recuperar el gozo de lo inesperado. Pero así ha sido. Y alguna relación habrá con que, en lugar de confiárselas a cineastas sin afinidad por el género de superhéroes (ejem, Chloe Zhao, ejem), Marvel las haya puesto en manos de un fan de la vieja escuela como Sam Raimi, y de un director que, como Waititi, sabe extraer el lado cómico de los aventureros con disfraz sin por ello reducirlos a clichés. 

De hecho, los resultados de Love and Thunder superan de largo a los de Thor: Ragnarok. En aquella cinta, Waititi compaginó el giro hacia la comedia de nuestro asgardiano favorito (Chris Hemsworth) con apariciones de personajes de cómic que, como el Skurge de Karl Urban, estaban un poco por estar y acababan por resultar un lastre para la trama. Cosas del marketing, suponemos. 

En la nueva aventura de Thor, sin embargo, el cineasta aparece más suelto que nunca. Y el resultado es una película cuyo flujo constante de risas (sumadas a alguna lágrima que otra) resulta mucho más respetuoso con el espíritu de las viñetas de lo que uno podría imaginarse. 

Juntando los pedazos de un vikingo espacial

Desde su segundo prólogo, narrado por el propio Waititi con la voz de Korg, Love and Thunder apunta a un hecho tristemente cierto: tras dos filmes tan mediocres (cuando no desastrosos) como sus primeras aventuras en solitario, el Thor de los cómics se había perdido irremediablemente para el cine. 

Habiendo desperdiciado a personajes icónicos como Odín, Heimdall o los Tres Guerreros, Marvel tenía poco que hacer con ese gigantón bondadoso pero egocéntrico, dividido entre su querida Asgard y esa Midgard donde los dioses ya no están de moda. Así pues, la única solución era reimaginar drásticamente al personaje. Un trabajo que Taika Waititi y Chris Hemsworth iniciaron en 2017, y que aquí rematan con brío.  

Porque, al igual que el Thor 'auténtico', este Thor jocoso viene a ser un pedazo de testosterona con patas. La diferencia estriba en que, en lugar de tomarse en serio su actitud, el director explota al máximo el contraste entre esa pose de vikingo espacial y una realidad muy distinta a la de 1963, cuando Jack Kirby le puso por primera vez a Mjölnir en las manos. 

El comienzo de la cinta deja esto bien claro mostrándonos las peripecias de nuestro Odinsson junto a los Guardianes de la Galaxia. Unas aventuras que, si bien han servido para que el Dios del Trueno recupere sus músculos y cure su depresión post-Infinity War, no han remediado en absoluto su tendencia a causar desastres. Cosas de intentar arreglarlo todo a martillazos (o a hachazos, según toque).

Así pues, el propósito de Love and Thunder es seguir dotando a Thor de algo que le había faltado hasta hace muy poco en el cine: una maduración coherente como personaje y como persona. Hace cuatro décadas, y en los cómics, papá Odín intentó espabilar a su hijo convirtiéndole en un cirujano discapacitado de nombre Donald Blake, pero, en 2022, Waititi ha optado por una solución más íntima, personal… y dolorosa. 

¡Danos más fuerte, Natalie!

Como sabemos, el regreso de Natalie Portman al MCU es uno de los argumentos comerciales más poderosos de Thor: Ragnarok. Y nos alegra decir que Taika Waititi ha abordado el reencuentro entre Thor y Jane Foster con mucho cachondeo, pero también con mucha sensibilidad, recuperando además uno de los detalles más importantes del Dios del Trueno en los cómics. 

Porque, recordemos, el honor de empuñar a Mjölnir no requiere que el usuario tenga sangre asgardiana, sino que el susodicho martillo, que es muy suyo, le considere digno de su poder. Así pues, mola comprobar, no ya que el neozelandés ha tenido esto muy en cuenta, sino que también ha logrado convertir al arma de Thor en un personaje de pleno derecho. 

En Love and Thunder asistimos a la verdadera historia de la ruptura entre Thor y Jane Foster, la cual no tuvo lugar a resultas de ninguna amenaza cósmica, sino del desamor expresado en una canción de ABBA (¿hay algo más adecuado para un dios nórdico?). Y, presenciando la enfermedad de la científico, constatamos que esta mantiene la actitud de una auténtica asgardiana: puede que el cáncer tenga las de ganar, pero ella no piensa irse sin presentar una buena pelea. 

Así pues, Mjölnir lo tiene claro: en ausencia del rubiales, Jane es la persona más digna de ostentar su poder. Una vez que Thor y ella se ven las caras, esta sorpresa da pie a momentos descacharrantes (los ataques de celos del hacha Rompetormentas, para empezar), pero también le otorga a la película su sentido trágico.

Porque Thor y Jane no solo se enfrentan al recuerdo de un amor que acabó en una nota falsa, sino también a la certeza de que, hagan lo que hagan, su reencuentro será efímero. ¿Hay algo que pueda volver aún más desesperado este adiós? Pues sí: que ella esté dispuesta a expirar luchando por una causa justa. 

Christian Bale: adoramos odiarle

Más allá de su talento, reconozcamos que a Bale le ha tocado el gordo con su papel en esta película. Porque Gorr, el Carnicero de Dioses, a diferencia de otros personajes como Hela o Malekith, es un personaje más o menos reciente dentro del canon Marvel (debutó en 2012), lo cual deja mucha más libertad tanto al actor como a Waititi y la coguionista Jennifer Kaytin Robinson a la hora de reimaginarlo en el cine. 

Pero una cosa es aceptar esta realidad, y otra negar que tanto el libreto del filme como el galés se han portado a la hora de ofrecernos un villano de altura. Nada más comenzar la película, Gorr se nos aparece como un personaje con el que podemos empatizar (aunque sus métodos resulten extremos) y cuya viscosidad nunca deja de provocarnos un escalofrío cuando enseña los dientes.

Dicho esto, el mérito de Bale reside en resultarnos auténtico tanto en los momentos patéticos o terroríficos de su personaje como en sus contados, pero memorables, roces con la comedia. Compartidos estos últimos con un grupo de niños que, juraríamos, se lo pasaron pipa durante el rodaje: dejarte asustar por el actor de El caballero oscuro en una escena para, acto seguido, reírte del marido de Elsa Pataky y de sus cosquillas en la nariz es algo que le alegra la infancia a cualquiera. 

Russell Crowe: divino estás (preparado para el baile)

Efectivamente, en Thor: Love and Thunder aparece también Russell Crowe, rodeado de efebos y canéforas y autoparodiándose en el rol de Zeus. Exhibiendo su rollizo físico como rey del Olimpo, el actor de Gladiator nos recuerda algo que ya sabíamos: que, en lo que a mitologías se refiere, el Universo Marvel siempre ha sido un patio de porteras 

La visita de los protagonistas a la Ciudad de la Omnipotencia le permite a Waititi evocar, de forma totalmente despendolada, esas viñetas de Kirby, John Buscema y otros grandes en las que Thor parlamentaba y se peleaba con representantes de otros panteones. Y, además, hace crecer el censo marvelita de deidades con figuras como ese dios de los dumplings del que nos declaramos fanáticos desde ya. 

Ojo, además, porque algunos de los aspectos aparentemente más disparatados del filme están tomados casi al dedillo tanto de la mitología nórdica como de los tebeos. Valgan como ejemplo esos dos carneros voladores, TanngrisnirTanngnjóstr, que acompañan al hijo de Odín tanto en los versos de la Edda Poética como en los cómics dibujados por Walter Simonson o Robert Rodi. 

Los que no figuran en los poemas mitológicos (aunque algo hemos visto en los tebeos) son esos asgardianos reducidos a habitantes de un pueblecito costero lleno de turistas. Entrañable con ganas, esta sección de la cinta resulta tanto una invocación a Un tipo genial y otros filmes sobre lugares excéntricos como un recordatorio de que los dioses también son personas. Aunque, en el peor de los casos, esto se les olvide. 

Tessa Thompson: Valquiria y orgullosa

¿A ti también te supo a poco la intervención de Tessa Thompson en Thor: Ragnarok? ¿Echaste de menos a la tremebunda 'Val' de los tebeos? ¿Deploraste que su faceta de cansadamas sáfica quedase reducida a un detalle en un flashback? Pues nos alegra decirte que, en Love and Thunder, tanto la doncella escudera como su intérprete se ven plenamente reivindicadas. 

Además de presentarnos a la guerrera ejerciendo a su pesar de alcalde (perdón, de rey) de Nuevo Asgard, apuntándose a una misión suicida con tal de librarse de las quejas vecinales, la película de Waititi declara explícitamente que a Valquiria le gustan las chicas, y que aún lamenta la muerte de su novia a manos de Hela. No solo eso: también deja claro que, incluso en el ardor del combate, 'Val' sabe portarse como una truhana y una señora con cualquier damisela de buen ver. 

Sumando a esto las revelaciones sobre Korg, sus padres y eso de meter las manos en un pozo de lava para hacer bebés, podemos sentenciar que Thor: Love and Thunder es, como ya ha dicho Natalie Portman, la película Marvel con la mejor representación LGBT. Nada de insinuaciones, explicaciones a posteriori o personajes irrelevantes: si un héroe o heroína tiene una orientación no normativa, basta con mostrarlo. Qué fácil, ¿verdad? 

Epílogo: los dioses deben estar locos

Este análisis de Love and Thunder nos ha salido más largo que la lista de sobrenombres de Odín, pero está claro que la película lo merece. Aun así, hay un par de detalles que no podemos pasar por alto antes de concluir. 

El primero es ese final agridulce y maravilloso, que apunta al que (como hemos dicho ya) es el tema clave de la película: el valor para asumir responsabilidades. Con sus esfuerzos para encajar en el rol de padre adoptivo, Thor demuestra haber aprendido la última lección de Jane, porque convencer a tu hija de que se coma el desayuno y se ponga los zapatos puede ser una aventura mayor que viajar al confín del universo. 

Por otra parte, no podemos irnos sin recordar esa escena postcréditos en la que Brett Goldstein (Ted Lasso) aparece como la versión marvelita de Hércules. En los cómics, el hijo de Zeus no es solo un viejo amienemigo de Thor, sino también un musculitos de neurona escasa, afín a la bronca y a la juerga y con un ego aún máyor que el de nuestro asgardiano favorito. O mucho nos equivocamos, o el encuentro de ambos en un cuarto filme puede ser de los que dejan huella. 

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