Los Toros de Guisando afectados por el "vandalismo romano"

Toro de Guisando grabado por el romano Longinos.
Toro de Guisando grabado por el romano Longinos.
Carla Royo-Villanova
Toro de Guisando grabado por el romano Longinos.

Casi en el mismo centro de la Península Ibérica, en el Camino de Santiago levantino, en plena Cañada Real, y epicentro de energías y tormentas, hace más de 3.000 años, en plena Edad de Hierro, los vetones tallaron los cuatro gigantescos verracos que hoy conocemos como Toros de Guisando.

Una joya escultórica tallada en granito por aquellos pobladores de la Sierra de Gredos que poco a poco se extendieron por los valles de los ríos Tiétar y Alberche, llegando a dominar las cuencas del Duero y del Tajo. Guerreros y ganaderos escogieron este lugar, próximo a San Martín de Valdeiglesias, como centro para sus ritos y ofrendas a los dioses. Tallaron machos que representaban nobleza y virilidad y porque eran los escogidos para los sacrificios; las hembras aportaban demasiado como para entregarlas a los dioses.

Esta joya escultórica ha sido estudiada a fondo para sacar a la luz nuevas inscripciones, grabados y leyendas 
Conjunto de esculturas celtibéricas de Guisando.
Conjunto de esculturas celtibéricas de Guisando.
Getty Images/iStockphoto

Símbolos tallados

El historiador Manuel Gómez-Moreno identificó hasta 198 toros y cerdos de menor tamaño y los últimos estudios de la Universidad Autónoma de Madrid ya han catalogado más de 400, pero de todos los toros, verracos y también pequeños cerdos encontrados son los de Guisando los mejor conservados, los que más inscripciones y símbolos tallados tienen, y los únicos de gran tamaño que están juntos, mirando a poniente.

Son estos símbolos tallados en sus cuartos traseros los que hacen suponer que eran clave en ritos para la protección del ganado; uno de ellos tiene incluso grabado un tridente como verdugón. Un mérito histórico que no acaba aquí. Llegados los romanos a territorio vetón, romanizaron la zona y los historiadores apuntan que tomaron los Toros de Guisando como monumento fúnebre y cementerio romano. Teoría fundada en los restos funerarios encontrados en otros lugares similares que no se expoliaron durante la Edad Media, como lo fueron los Toros de Guisando, pero sobre todo por las inscripciones que sobre dos de los toros hizo Longinos, un vetón ya romanizado.

Monasterio de San Jerónimo de Guisando.
Monasterio de San Jerónimo de Guisando.
Carla Royo-Villanova

Estudios fotométricos

En un acto de amor fraternal y vandálico decide dedicar los toros que tallaron sus antepasados a sus propios padres y a golpe de cincel escribe en uno de ellos: “LONGINUS PRISCO CALAET Q PATRI FC”. Algo así como que a Longinos le hubiera gustado esculpir ese toro en memoria de su padre. Recientes estudios con métodos fotométricos realizados por la Comunidad de Castilla y León han descubierto otra inscripción, también de Longinos, dedicando otro toro a la memoria de su madre.

Todo parece indicar que los vetones los construyeron para ritos protectores del ganado y los romanos aprovecharan los toros para hacer su propio monumento funerario. En el siglo XVI un gran rayo decapitó uno de los toros, cuya cabeza quedó bajo tierra durante siglos hasta que en 1920 la Marquesa de Castañiza patrocinó su restauración y el verraco regresó a la manada.

El mérito histórico de los Toros de Guisando se engrandece aún más con el rey Enrique IV, quien escoge este lugar para firmar aquel Tratado que nunca se cumplió: su hermana Isabel se casaría con el rey de Portugal. El Tratado de los Toros de Guisando se firmó en la Venta Juradera, así llamada desde entonces. Una venta contigua al recinto taurino y que en la época servía de descanso, avituallamiento y despacho de bienes y servicios a trashumantes y arrieros que cruzaban por la Cañada Real, en su ruta entre Ávila y Toledo.

Monasterio en ruinas

Poco más de un kilómetro separa los Toros y la Venta Juradera del Monasterio de San Jerónimo, uno de los primeros que se fundaron en España y que se puede visitar comprando la entrada en los propios Toros, pero reservando la cita con anterioridad. Fueron los frailes de aquel monasterio quienes en el siglo XVII mandaron destruir la venta que, a su entender, alteraba la paz del lugar, pudiendo incluso ofender a Dios con actos que allí pudieran cometerse. Hoy en día podemos aún ver sus ruinas.

El Monasterio de San Jerónimo fue ampliado en tiempos góticos por el mismísimo Pedro de Tolosa, principal arquitecto de El Escorial. Dicen que aquí gustaba de retirarse a Felipe II y que planteó este lugar como posible ubicación de su monasterio. El devenir de los siglos lo quemó en varias ocasiones, los franceses y Mendizábal hicieron el resto. Completamente derruido, pasó a manos privadas y se rehabilitó como casa palacio de estilo romántico. A principios del siglo XX volvió a quemarse y en la actualidad se mantienen las obras para la conservación de jardines. Merece la pena incluirlo en la visita, por las vistas hacia el Valle de la Iruela y por el recuerdo de la historia de España.

Toros de Guisando de cerca.
Toros de Guisando de cerca.
Carla Royo-Villanova

Centro peninsular, historias, misterios y leyendas, reyes, frailes, toros y tormentas, sin duda inspiración para grandes escritores como Cervantes o García Lorca. Los Toros de Guisando pueden visitarse los miércoles de forma gratuita; viernes, sábados, domingos y festivos pagando una entrada de 2 €. Más información en www.torosdeguisando.org

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