El museo más tétrico y elegante de Europa está en España: carrozas fúnebres al lado de un cementerio

Los entierros eran un fenómeno de masas seguidos por toda la población española, aún más si se trataba de un personaje público. En el cementerio de Montjuïc es posible visitar una colección de carruajes fúnebres desde mediados del siglo XIX hasta el siglo XX.
El museo más tétrico y elegante de Europa está en España: carrozas fúnebres con visitas a cementerios
Museo de Carrozas Fúnebres en Barcelona
Getty Images/iStockphoto
El museo más tétrico y elegante de Europa está en España: carrozas fúnebres con visitas a cementerios

El turismo dark, término bautizado por la periodista especializada en temas culturales e históricos, Míriam del Río, tiene cada vez más adeptos en España. Y no es para menos. El turismo negro consiste en visitar destinos macabros y terroríficos. No obstante, a ciertas personas les parece una idea poco ética o incluso una falta de respeto para víctimas y familiares. 

Entre los lugares más populares de este tanatoturismo destacan cementerios, casas abandonadas, campos de concentración y hasta prisiones famosas de alta seguridad. Este es el caso, por ejemplo, del tétrico Museo de Carrozas Fúnebres. Su origen se remonta a la Barcelona de finales del siglo XVIII en la que tan solo existían siete parroquias. Cada una con su correspondiente cementerio, donde eran enterradas aquellas personas que iban falleciendo a causa de epidemias y enfermedades. 

Sin embargo, la densidad de la población hizo que estos espacios quedaran obsoletos. La razón no es otra que los enterramientos masivos, lo que se veía reflejado en forma de efluvios y gases nocivos que además de ser muy desagradable, también amenazaba la salud de los barceloneses, que cada vez vivían más hacinados entre las murallas de la ciudad. 

La curiosa historia detrás del Museo de Carrozas Fúnebres

La insalubridad y saturación era un hecho evidente y el obispo Josep Climent se adelantó diez años a la primera legislación española que obligaba a enterrar extramuros. Y aquí viene la nota discordante porque los barceloneses no acogieron de buen grado el tener que enterrar a sus seres queridos fuera de la ciudad

A todo ello se le sumaron rumores, tal y como  describe la escritora Míriam del Río en su libro "Turismo Dark 2" sobre robos de joyas y ropa de las tumbas, hasta el supuesto saqueo de los cadáveres para hacer jabones y ungüentos. Y de ahí surge la figura de los portadores de difuntos, que eran los encargados de trasladar el cuerpo hasta el cementerio.

Ahora bien, ante la dificultad de trasladar los cadáveres a pie o en parihuelas, en 1835 se impuso la obligación de utilizar carrozas fúnebres y aquel fue el inicio del transporte urbano en la ciudad. La gran variedad de vehículos muestra los diferentes tipos de entierros que se llevaban a cabo. El tamaño de carruaje cambiada, así como los colores, materiales y ornamentos que se habían utilizado en su construcción. 

Por ello había una enorme diferencia entre los carruajes de los burgueses y los ciudadanos acomodados y los de la plebe. Más aún en una Barcelona clasista, en la que permitía a las familias pudientes de la época seguir haciendo ostentación de su riqueza más allá de la muerte. Por ejemplo, en el caso de que fuera un niño, un religioso o una personalidad pública, el tamaño cambiada. Eran blancas como los ángeles, color asociado a la pureza y la virginidad. 

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