El motivo psicológico por el que comprobamos que la puerta está cerrada dos veces

Una mujer cerrando la puerta.
Una mujer cerrando la puerta.
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Una mujer cerrando la puerta.

Sales de casa hacia el trabajo, con la cabeza sumida en tus pensamientos. Al cabo de unos metros, camino del transporte público, te asalta de imprevisto y con fuerza una duda: ¿Me he dejado la puerta abierta?

Por supuesto, no eres el único; se trata de una experiencia bastante universal. Y tiene sus razones psicológicas detrás.

Ahorro de espacio en nuestra memoria

En la mayoría de casos, no hay nada de qué preocuparse. Si lo pensamos, hay muchos pequeños hábitos cotidianos (como cerrar la puerta con llave) cuya omisión potencialmente podría acarrear consecuencias importantes, pero que a base de realizarlos habitualmente están automatizados. 

Al tratarse de un gesto tan común y anodino, nuestra memoria a medio y largo plazo no registra cada vez que lo hacemos; en cierto sentido, guardar el recuerdo individual de cada vez que realizamos cada uno de estos gestos ocuparía un espacio muy valioso en nuestro cerebro.

Por tanto, en principio no debería ser motivo de preocupación. Incluso si a veces sentimos la necesidad de realmente dar la vuelta y comprobarlo, lo que evidencia es que, probablemente, estamos acostumbrados a hacerlo. Pero en ciertos casos, esta urgencia sí podría ser evidencia de una condición más compleja.

¿Síntoma de trastorno obsesivo-compulsivo?

A la mayoría de las personas, esta incertidumbre (o incluso incomodidad) apenas les dura unos segundos: o la desechan y continúan con su camino, o regresan a comprobarlo una única vez y se quedan tranquilas.

El problema es que a otras, esta sensación puede generarles una intensa angustia, e incluso pueden sentir la necesidad inevitable de regresar y comprobarlo varias veces. En estos casos, la fuerza de esos pensamientos podría ser indicativa de algún tipo de trastorno de ansiedad, y más específicamente de un trastorno obsesivo-compulsivo.

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) está marcado por un patrón de pensamientos o miedos invasivos, que provocan comportamientos repetitivos (compulsiones) muy difíciles de evitar por el paciente. Por ejemplo, en el caso de la puerta, el miedo sería a que un intruso entre en nuestra casa, y el comportamiento repetitivo sería comprobar varias veces si la puerta está cerrada.

Afortunadamente, esta condición a menudo se puede tratar, evitando que los síntomas interfieran con la vida diaria y reduciendo en buena parte el grado de malestar y ansiedad.

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