Esto es lo que tienen en común las personas que viven más de cien años

La ciencia lleva años estudiando qué predisposición genética juega en estos casos y a día de hoy hay ciertos indicios, pero sobre todo se confirma que los factores ambientales y la capacidad de resiliencia son denominadores comunes entre estas personas.

Imagen de recurso de personas de avanzada edad.
El ejercicio físico moderado es, junto a una dieta saludable, una de las claves que las personas centenarias tienen en común.
EUROPA PRESS
Imagen de recurso de personas de avanzada edad.

María Branyas ha cumplido recientemente 117 años, convirtiéndose en la persona más longeva del mundo. Nació en 1907 en California (Estados Unidos) cuando sus padres (catalanes) estaban instalados allí, si bien decidieron volver a España cuando ella era una niña. María es un ejemplo de cómo la esperanza de vida está alcanzando unas cuotas inesperadas. La ciencia intenta descifrar cuál es el secreto: a priori, hay tres condicionantes claros y el factor género importa.

La condición de persona centenaria obedece a una explicación multifactorial. Además de factores ambientales (exposición a la contaminación, alimentación, calidad del agua…) la esperanza de vida está determinada por hábitos saludables (dieta y ejercicio), la aparición de enfermedades y, por supuesto, el estatus socioeconómico y educativo.

El factor género: ellas son más longevas

En breve María Branyas se convertirá en una de las personas más longevas de toda la historia, según la asociación Gerontology Research Group (GRG), que verifica este impresionante récord. Con las personas que antes que ella cumplieron más de 117 años María tiene algo en común: también eran mujeres.

Y es que el factor del género se constata claramente en esta cuestión. Según los últimos datos (2021) de la oficina estadística de la Comisión Europea (Eurostat), la esperanza media de vida al nacer en la Unión Europea es de 80,1 años, si bien la población femenina llega a los 82,9 años frente a la masculina, que alcanza los 77,2 años, es decir, se registra una diferencia de más de cinco años.

La predisposición genética

Según diversos estudios, la condición genética puede explicar en un 15-30 por ciento nuestra supervivencia y envejecimiento, especialmente en el último tercio de la vida (a partir de los 60 años). Los genes van a determinar el rendimiento físico, la función cognitiva y el envejecimiento óseo.

A día de hoy se han identificado varios de los llamados coloquialmente genes de la longevidad, aunque los estudios se han centrado en cohortes pequeñas y poblaciones concretas. No hay que olvidar que el trabajo científico en personas de edades tan avanzadas está condicionado por su estado cognitivo, posibles enfermedades y una esperanza de vida limitada. Hay líneas de estudio abiertas que además conectan estos genes con su capacidad neuroprotectora de cara a patologías como el Alzheimer.

Hábitos de vida saludables

No es nada nuevo apuntar el papel determinante en la longevidad de los hábitos de vida saludables. En primer lugar, las personas centenarias que protagonizan titulares de prensa indican esta condición: el tabaco y el alcohol han tenido muy poco o ningún protagonismo en sus vidas. Algo también compartido por María Branyas, según sus últimas entrevistas. Sin tóxicos y con dietas que no han abusado de los ultraprocesados, las grasas saturadas ni los azúcares: una pista clave para la longevidad.

La fórmula se completa con el ejercicio moderado. En el caso de mujeres como María, nacidas a principios del siglo pasado, las actuales rutinas de gimnasio no existían pero sí otras igual o más intensas hasta bien entrada la mediana edad: la crianza de familias numerosas y el cuidado solitario (sin corresponsabilidad de las parejas) y frenético de los hogares.

La resiliencia ante adversidades de todo tipo

Lo que coloquialmente identificamos como optimismo y adaptación ante las diversas circunstancias vitales es otra clave a tener en cuenta. A pesar del deterioro físico, la disminución de las relaciones interpersonales y del estatus social que posean, las personas nonagenarias y centenarias manifiestan una capacidad adaptativa constante y una sensación de bienestar en términos generales. Esta característica ha llevado a la ciencia a introducir, desde los años noventa, el paradigma de la resiliencia a la hora de estudiar las etapas más tardías de la vejez.

Referencias

Vega, T., Hilario, F., Pérez-Caro, M., Núñez-Torres, R., Pinto, R.M., González-Neira, A. (2022). Genética, ambiente y estilo de vida asociados a longevidad. Protocolo y respuesta del estudio LONGECYL. Gaceta Sanitaria, 36(3), 260-264. https://dx.doi.org/10.1016/j.gaceta.2022.01.005

Jiménez Ambriz, M.G. (2011). La resiliencia, el tesoro de las personas mayores. Revista Española de Geriatría y Gerontología, Vol. 46, N.2. https://www.elsevier.es/es-revista-revista-espanola-geriatria-gerontologia-124-articulo-la-resiliencia-el-tesoro-personas-S0211139X10002532

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