¿Existe el libre albedrío? Esto es lo que reflexionan filósofos y científicos

La existencia del libre albedrío es algo a lo que se le lleva dando vueltas a lo largo de la historia de la filosofía y de la ciencia.
La existencia del libre albedrío es algo a lo que se le lleva dando vueltas a lo largo de la historia de la filosofía y de la ciencia.
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La existencia del libre albedrío es algo a lo que se le lleva dando vueltas a lo largo de la historia de la filosofía y de la ciencia.

¿Tenemos capacidad los seres humanos para tomar decisiones y llevarlas a cabo o por el contrario se trata de un mito eso de la libertad de elección? El albedrío, también conocido como libre albedrío o libre elección es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas según las cuales las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones.

Esta escuela de pensamiento, por tanto, sostenía y sigue sosteniendo que los humanos son agentes morales libres cuyas acciones no están predeterminadas. Pero la existencia del libre albedrío es algo a lo que se le lleva dando vueltas a lo largo de la historia de la filosofía y de la ciencia y con lo que muchos no están de acuerdo.

Mientras muchas autoridades religiosas han apoyado esta creencia, por el contrario también ha sido criticada como una forma de ideología individualista por pensadores como Baruch Spinoza, Arthur Schopenhauer, Karl Marx o Friedrich Nietzsche.

Son tantos los que han opinado y analizado el libre albedrío que en el año 2007 Dennis Overbye - importante escritor científico especializado en física y cosmología así como responsable de asuntos cósmicos para The New York Times- escribía la columna La ilusión del libre albedrío, en la que recogía algunas de las más importante teorías al respecto sobre este asunto.

El filósofo alemán Schopenhauer, por ejemplo, señalaba que “un ser humano puede hacer lo que quiera pero no desear lo que quiere” mientras que a Einstein le parecía reconfortante saber que la voluntad no es libre: “me protege de perder el buen humor y tomarme demasiado en serio a mí mismo y a los demás seres humanos como individuos que actúan y juzgan”.

Más recientemente, médicos, neurocientíficos e investigadores se han unido también a esta discusión sobre si poseemos o no ese libre albedrío. Por ejemplo, Michael Silberstein, filósofo de la ciencia del Elizabethtown College de Pensilvania (EE UU), se plantea: “¿Es una ilusión? Si la gente alucina con la evolución y otras cosas cómo no va a alucinar si los científicos y los filósofos le dicen que no es más que una avanzada máquina de carne; además, ¿esa conclusión está ahora claramente justificada o es prematura?”.

Por su parte, Daniel C. Dennett, filósofo y científico cognitivo de la Tufts University que ha escrito mucho sobre el libre albedrío, dice que "cuando nos planteamos si el libre albedrío es una ilusión o una realidad, nos asomamos a un abismo. Al parecer, afrontamos una caída en el nihilismo y la desesperación”.

Según este experto, la evolución, la historia y la cultura nos han dotado de sistemas de reacción que nos otorgan la capacidad única de reflexionar y pensar las cosas e imaginar el futuro. Por lo tanto, el libre albedrío y el determinismo pueden coexistir. “Tenemos todas las variedades de libre albedrío que merece la pena tener. Tenemos el poder de vetar nuestros impulsos y luego vetar nuestros vetos. Tenemos el poder de la imaginación, de ver e imaginar futuros", añade.

Otros, sin embargo, piensan de manera muy distinta. Mark Hallett, un investigador en neurología, dice: "El libre albedrío no existe, sino que es una percepción, y no un poder o una fuerza impulsora. La gente experimenta el libre albedrío. Tiene la sensación de ser libre. Cuanto más lo examinas, más te das cuenta de que no lo tienes", afirma.

Cerebro inconsciente vs cerebro consciente

Incluso se han realizado diversos experimentos para corroborar la existencia del libre albedrío. En la década de los setenta, por ejemplo, el fisiólogo Benjamin Libet conectó el cerebro de unos voluntarios a un electroencefalógrafo e indicó a dichos voluntarios que realizaran movimientos aleatorios, como pulsar un botón o chasquear los dedos.

Libet descubrió que las señales cerebrales asociadas a esas acciones se producían medio segundo antes de que el sujeto fuera consciente de la decisión de llevarlas a cabo. El orden de las actividades cerebrales parecía ser percepción del movimiento y luego decisión, y no a la inversa. En resumen: el cerebro consciente sólo intentaba ponerse al nivel de lo que ya estaba haciendo el cerebro inconsciente. La decisión de actuar era una ilusión.

A lo largo de estos años, los resultados de Libet se han reproducido una y otra vez, junto con otros experimentos que apuntan a que se puede engañar fácilmente a la gente cuando se trata de asumir la autoría de sus acciones.

Más recientemente, en un análisis publicado en El País en el año 2019 por el historiador Yuval Noah Harari y titulado Los cerebros ‘hackeados’ votan, éste sostenía que el libre albedrío es un mito y además muy peligroso porque convierte en invisibles las formas en que los poderes pueden manipularnos.

“Aunque el libre albedrío siempre ha sido un mito, en siglos anteriores fue útil. Infundió valor a quienes lucharon contra la Inquisición, el derecho divino de los reyes, el KGB y el Ku Klux Klan. Y era un mito que tenía pocos costes. En 1776 y en 1939 no era muy grave creer que nuestras convicciones y decisiones eran producto del libre albedrío, y no de la bioquímica y la neurología. Porque en 1776 y en 1939 nadie entendía muy bien la bioquímica, ni la neurología. Ahora, sin embargo, tener fe en el libre albedrío es peligroso. Si los Gobiernos y las empresas logran hackear o piratear el sistema operativo humano, las personas más fáciles de manipular serán aquellas que creen en el libre albedrío” insistía.

Según este experto, además, para conseguir piratear a los seres humanos hacen falta solo tres cosas: sólidos conocimientos de biología, muchos datos y una gran capacidad informática. “La Inquisición y el KGB nunca lograron penetrar en los seres humanos porque carecían de esos conocimientos de biología, de ese arsenal de datos y esa capacidad informática. Ahora, en cambio, es posible que tanto las empresas como los Gobiernos cuenten pronto con todo ello y, cuando logren piratearnos, no solo podrán predecir nuestras decisiones, sino también manipular nuestros sentimientos”.

El periodista científico y responsable de ciencia, salud y medio ambiente en Xataka Javier Jiménez, reflexiona sobre las ideas de Harari en otro artículo dedicado al libre albedrío y titulado La ciencia lleva siglos luchando contra el libre albedrío: así es como uno de los grandes problemas filosóficos se resiste a morir. Para Jiménez el problema aparece en cuanto reflexionamos sobre esa ‘sensación de control’ que tenemos cuando elegimos entre varias opciones.

“Por muy intensa que sea esa sensación de control, libertad y autonomía, hace aguas en seguida. Basta con caer en la cuenta de que, ante una elección cualquiera, podemos escoger la opción más interesante, beneficiosa o atractiva, sí; pero, en realidad, no tenemos ninguna capacidad de decisión sobre cómo de interesantes, beneficiosas o atractivas son las opciones. Es decir, elegimos sobre motivos, deseos y creencias que ya existen. ¿De verdad podemos decir que somos libres?”.

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