Así es el síndrome de la cara descubierta: el último coletazo de la pandemia que no esperábamos

Dos mujeres pasean este viernes por el centro de Ourense.
Dos mujeres pasean este viernes por el centro de Ourense.
EFE
Dos mujeres pasean este viernes por el centro de Ourense.

El próximo sábado 26 de junio dejará de ser obligatorio el uso de la mascarilla en espacios al aire libre, siempre que se respete la distancia social de un metro y medio. Desde que el Ministerio de Sanidad lo anunció, esta medida ha sido celebrada por muchos, pero también ha hecho aflorar en otros cierto malestar.

La mascarilla puede ser molesta para respirar, todavía más en verano y con altas temperaturas, pero también aporta muchos beneficios: nos protege del virus y del miedo al contagio, nos da cierto refugio y anonimato y además, podemos disimular signos como el cansancio, el aburrimiento, la sorpresa e incluso la vergüenza.

"El rostro no es cualquier cosa, es una parte importante del cuerpo humano. En la cara encontramos las sonrisas, los rictus, la comunicación no verbal y muchos fenómenos que tienen que ver con emociones como el miedo, el entusiasmo, la vergüenza...", cuenta a 20minutos Jose Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya.

El miedo a perder el anonimato que nos proporciona la mascarilla es lo que los expertos llaman 'el síndrome de la cara descubierta'. Aunque es un nombre coloquial y no figura en los manuales de psicología, es un término bastante gráfico para referirse al "malestar que surge por mostrarnos en público con la cara descubierta y el temor al contagio", señala Rosa del Rincón, psicóloga del centro Álava Reyes.

Este 'síndrome' puede provocar sentimientos de estrés, ansiedad y nerviosismo. "A las personas con baja autoestima les puede generar sensación de inseguridad, sudoración, taquicardias, se pueden poner más rojos... sensaciones que con la mascarilla no tenemos", cuenta del Rincón.

Para la psicóloga esta sensación no es nueva: "Los seres humanos somos seres de costumbres. Nos pasa cuando llevamos pulseras durante mucho tiempo, nos las quitamos y sentimos que nos falta algo. Cuando pasamos del invierno al verano y cambiamos los zapatos cerrados por las sandalias. Ahí también nos sentimos desprotegidos". 

Los expertos aseguran que cada uno tiene que quitársela a su ritmo

Por su parte, Ubieto afirma que cada persona experimentará esta nueva normalidad de una forma diferente: "Como ha ocurrido durante toda la pandemia, cada vez que se ha producido un cambio en las medidas nos encontramos con experiencias y vivencias muy diversas". "Afecta a unas personas más que a otras en función de su seguridad y su autoestima y el miedo que le tengan a la enfermedad", añade del Río.

Por eso, previsiblemente vamos a encontrar tres respuestas distintas: "Los que se la quitarán rápidamente; los que lo harán progresivamente y teniendo en cuenta la normativa; y un tercer grupo minoritario de personas que seguirán usando la mascarilla porque no tienen suficiente confianza", dice el psicoanalista.

Ambos expertos aseguran que cada uno tiene que quitársela a su ritmo. "Una cosa es que esté permitido y otra que sea obligatorio", señala Ubieto. "Si nos genera inseguridad debemos respetar los tiempos y no forzarnos a no usar la mascarilla", concluye del Río.

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